Fecha/Hora
09 Jun
Todo el día
Categorías
Primera lectura: Génesis 3,9-15
Salmo 129
Segunda lectura: 2Corintios 4,13-5,1
Evangelio: Marcos 3,20-35
Después entró Jesús en una casa, y se juntó de nuevo tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Al saber que estaba allí, los parientes de Jesús acudieron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco.
También los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: «Beelzebú, el propio jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos».
Jesús los llamó y les puso un ejemplo, diciendo: «¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás? Un país dividido en bandos enemigos no puede mantenerse, y una casa dividida no puede mantenerse. Pues bien, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse: habrá llegado su fin.
Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus bienes, si antes no lo ata. Solamente así podrá robárselos.
Os aseguro que Dios perdonará a los hombres todos los pecados y todo lo malo que digan; pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo no tendrá perdón, sino que será culpable para siempre».
Esto lo dijo Jesús porque afirmaban que tenía un espíritu impuro.
Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron fuera y mandaron llamarle. La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le avisó:
— Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.
Él les contestó:
— ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:
— Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.