Fecha/Hora
15 Abr
Todo el día
Categorías
Primera lectura: Isaías 52,13-53,12
Salmo 30,2-6.12-13.15-17.25
Segunda lectura: Hebreos 4,14-16;5,7-9
Evangelio: Juan 18,1-19,42
Después de decir estas cosas, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del arroyo de Cedrón, donde había un huerto en el que entró Jesús con ellos. También Judas, el que le traicionaba, conocía el lugar, porque muchas veces se había reunido allí Jesús con sus discípulos. Así que Judas se presentó con una tropa de soldados y con algunos guardias del templo enviados por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Iban armados y llevaban lámparas y antorchas. Pero como Jesús ya sabía todo lo que había de pasarle, salió a su encuentro y les preguntó:
— ¿A quién buscáis?
— A Jesús de Nazaret –le contestaron.
Dijo Jesús:
— Yo soy.
Judas, el que le traicionaba, estaba también allí con ellos. Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», se echaron atrás y cayeron al suelo. Jesús volvió a preguntarles:
— ¿A quién buscáis?
Repitieron:
— A Jesús de Nazaret.
Jesús les dijo:
— Ya os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad que los demás se vayan.
Esto sucedió para que se cumpliese lo que Jesús mismo había dicho: «Padre, de los que me confiaste, ninguno se perdió». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó y le cortó la oreja derecha a uno llamado Malco, criado del sumo sacerdote. Jesús dijo a Pedro:
— Vuelve la espada a su lugar. Si el Padre me da a beber esta copa amarga, ¿acaso no habré de beberla?
Los soldados de la tropa, con su comandante y los guardias judíos del templo, arrestaron a Jesús y lo ataron. Le llevaron primero a casa de Anás, porque este era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. Este Caifás era el mismo que había dicho a los judíos: «Es mejor que un solo hombre muera por el pueblo».
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. El otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, de modo que entró con Jesús en la casa; pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Por eso, el discípulo conocido del sumo sacerdote salió y habló con la portera, e hizo entrar a Pedro. La portera preguntó a Pedro:
— ¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro contestó:
— No, no lo soy.
Como hacía frío, los criados y los guardias del templo habían encendido fuego y estaban allí, calentándose. Pedro también estaba entre ellos, calentándose junto al fuego.
…