Fecha/Hora
15 Dic
Todo el día
Categorías
Primera lectura: Sofonías 3,14-18
Salmo 12
Segunda lectura: Filipenses 4,4-7
Evangelio: Lucas 3,3-18
Juan pasó por toda la región del río Jordán diciendo a la gente que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados. Esto sucedió como el profeta Isaías había escrito:
«Se oye la voz de alguien
que grita en el desierto:
“¡Preparad el camino del Señor;
abridle un camino recto!
Todo valle será rellenado,
todo monte y colina será nivelado,
los caminos torcidos serán enderezados
y allanados los caminos escabrosos.
Todo el mundo verá la salvación que Dios envía”».
Y decía Juan a la gente que acudía a él para recibir el bautismo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha dicho que vais a libraros del terrible castigo que se acerca? Demostrad con vuestros actos que os habéis convertido a Dios y no os digáis a vosotros mismos: “Nosotros somos descendientes de Abraham”’, porque os aseguro que incluso de estas piedras puede Dios sacar descendientes a Abraham. Además, el hacha ya está lista para cortar de raíz los árboles. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego».
La gente le preguntaba:
— ¿Qué debemos hacer?
Y Juan les contestaba:
— El que tiene dos vestidos dé uno al que no tiene ninguno, y el que tiene comida compártala con el que no la tiene.
Se acercaron también para ser bautizados algunos de los que cobraban impuestos para Roma, y preguntaron a Juan:
— Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?
— No cobréis más de lo que está ordenado —les dijo Juan.
También algunos soldados le preguntaron:
— Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
Les contestó:
— No quitéis nada a nadie con amenazas o falsas acusaciones. Y conformaos con vuestra paga.
La gente se encontraba en gran expectación y se preguntaba si tal vez Juan sería el Mesías. Pero Juan les dijo a todos: «Yo, ciertamente, os bautizo con agua; pero viene uno que os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Él es más poderoso que yo, que ni siquiera merezco desatar la correa de sus sandalias. Trae la pala en la mano para limpiar el trigo y separarlo de la paja. Guardará el trigo en su granero, pero quemará la paja en un fuego que nunca se apagará».
De este modo y con otros muchos consejos anunciaba Juan la buena noticia a la gente.