Isabel Gómez Villalba

En el contexto educativo actual, existe una creciente necesidad de integrar el bienestar emocional en el currículo.

La encíclica Dilexit Nos del papa Francisco ofrece una reflexión profunda sobre el valor de educar desde el “corazón”.

En el ámbito educativo, el enfoque por competencias ha ganado popularidad en las últimas décadas.

Implementar la experiencia silente en el aula puede parecer un reto difícil de conseguir, pero es un arte que todos podemos aprender.

En un mundo cada vez más ruidoso y lleno de distracciones, el silencio se ha convertido en un recurso valioso y, a menudo, infravalorado.

Vivir lo que somos supone explorar el universo y la vida para conocer quiénes somos realmente.

Llegados a este punto, todo invita a una actitud de apertura, apertura a un conocimiento mayor, un conocimiento que tiene sabor de sabiduría, sabor de plenitud.

Al hablar de silencio estamos hablando de algo que va más allá de las palabras y los conceptos.

Al acercarnos a la experiencia silente, pronto nos damos cuenta de una cierta actitud paradójica.

Uno de los grandes retos que tenemos como educadores es llevar el silencio a las aulas; es uno de los mejores regalos que podemos ofrecer a nuestros niños y jóvenes.