«Padre, te doy gracias porque me oíste» Juan 11,1-45

  • Invocación al Espíritu Santo
    Ven Espíritu Santo,
    ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
    Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
    para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
    Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
    Amén.

LECTURA (¿Qué dice el texto?)
Estudio bíblico del texto
El evangelista Juan recalca en la primera parte, con insistencia, la gran amistad de Jesús con este núcleo familiar de María, Marta y Lázaro, que también eran sus discípulos. Cuando le anuncian que Lázaro está enfermo, Él dice que esto es para manifestar la gloria de Dios. Y esta parte culmina con el hecho que Jesús dice: nuestro amigo Lázaro duerme, voy a despertarlo. Porque para Jesús, la muerte no tendrá la última palabra.

La muerte, consecuencia del pecado, había atrapado al ser humano como en una trampa sin salida. Cuando nuestros primeros padres de la humanidad, en vez de elegir la vida, se quedaron encerrados en el polvo y en el fango, es Jesús, el Hijo Eterno de Dios, encarnado en el seno de María, quien vendrá a restaurar todo este proceso, revirtiendo la consecuencia del pecado, que es la muerte, y aquí este signo puesto en la Cuaresma nos prepara para este momento.
Jesús, quedándose unos días donde estaba, ha permitido que su amigo experimentara la muerte física. Y sus hermanas el dolor de la separación. El plan de Dios es más grande que el pequeño y angosto plan que tenemos los seres humanos. Jesús va a Betania, sabiendo que debe sacar a Lázaro de su tumba, porque Él debe entrar en la suya. Jesús va más allá de la «esperanza humana», que siempre dice: «mientras hay vida hay esperanza…». Jesús nos anima contra toda esperanza a creer y aquí vienen los signos.

Han pasado cuatro días desde que Lázaro ha muerto, cuando Jesús llega a Betania. Las dos hermanas tienen actitudes diferentes. Marta ha ligado su fe a la presencia física y real de Jesús. Esta fe es imperfecta y Jesús quiere llevarla a un cambio total en su fe. Hay un misterio que comienza a desvelarse: el de la resurrección. Jesús es la vida duradera para quien cree en Él, y esto libera en su sentido de los últimos tiempos. Pero esta fe tiene ahora un nuevo sentido en Cristo, el Señor. Gracias a la venida de Jesús a introducirse en nuestro tiempo, en nuestro mundo, Él pagó el rescate por toda la humanidad, liberándolo de la muerte que nos había atrapado. (Sería bueno recordar que en la época que había esclavos, para liberarlos, había que pagar un rescate, aquí está la teología de fondo, que nosotros que éramos esclavos del pecado y su consecuencia, la muerte, ya hemos sido liberados, comprados —por decirlo de otra forma— con la sangre de Cristo). La vida con mayúscula que Dios nos ofrece, ya no está fuera de nuestro mundo, porque el Hijo de Dios ha venido a nuestro mundo.

Es curioso que María, la que estaba siempre disponible, no quiere salir a recibir a Jesús. Él no vino cuando lo llamaron y por lo tanto no pudo sanar a su hermano, ahora no sale a recibirlo. Solo cuando le dicen: «El maestro está aquí y te llama» es cuando va a ver a Jesús, no para escucharlo sino para regañarlo por no haber estado.
Ante la tumba de Lázaro, Jesús se conmueve. Aparentemente hay una victoria de las tinieblas sobre la luz. Pero Jesús es la vida, Él es la resurrección y la vida.

Por eso, este texto nos va introduciendo en el misterio pascual; si bien, en nuestra vivencia humana, la Pasión de Cristo nos toca muy fuertemente, nos debe tocar más íntimamente su resurrección, que en definitiva es lo que nos anuncia la felicidad eterna. ¡No todo está perdido, hay esperanza!

Reconstruimos el texto

  • ¿Quién estaba enfermo y quiénes eran sus hermanas?
  • ¿Qué le dijeron a Jesús sobre el enfermo? ¿Qué responde Jesús?
  • ¿Cuál es el comentario de Jesús sobre Lázaro? ¿Qué irá a hacer Jesús con él?
  • Jesús llega a Betania. ¿Cómo es el diálogo con Marta?
  • ¿Qué dijo María, la otra hermana de Lázaro, a Jesús? ¿Qué dijo Jesús?
  • ¿Qué dijo Jesús frente a la tumba de Lázaro? ¿Qué sugirió Marta? ¿Qué contestó Jesús?
  • ¿Cómo fue la oración de Jesús al Padre ante la tumba de Lázaro?
  • ¿Qué exclamó con fuerte voz?
  • ¿Qué tenían que hacer con Lázaro después de que Jesús lo resucitó?
  • ¿Qué pasó con muchos judíos que había en el lugar

MEDITACION (¿Qué me / nos dice el texto?)
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación.

  • ¿Acudo a Jesús en todos los momentos de mi vida? ¿O solo cuando estoy ante una necesidad?
  • ¿Entiendo que muchas situaciones de mi vida personal, que no están en mis planes, y que parecen no ser algo bueno, pueden transformarse para la gloria del Señor?
  • En mi oración, ¿tengo la paciencia necesaria para ponerme a la escucha del Señor? ¿O solo soy de los que piden y piden nomás?
  • Jesús habla de la resurrección, el Credo que profesamos también. ¿Mi vida refleja alegría porque Jesús pagó mi rescate de la muerte eterna?
  • Jesús nos propone un modelo de oración ante la tumba de Lázaro: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado».
    ¿Mi oración es también una acción de gracias confiada al Padre? ¿Estoy completamente seguro de que Dios siempre me escucha? ¿He dudado alguna vez de que Dios me está escuchando? ¿En qué ocasiones? ¿Cómo puedo superar esto?

Jesús pide quitar las ataduras a Lázaro para que camine. ¿Soy consciente de que mi vida de oración debo completarla en el seguimiento a Cristo

ORACIÓN (¿Qué le digo/decimos al Señor?)
Orar es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor:

Gracias Señor por tu Palabra salvadora.
Gracias por aumentar nuestra esperanza.
Yo pongo mi esperanza en ti, Señor, y confío en tu Palabra.

Oremos juntos como nos propone la Iglesia con el salmo 129:

«Desde lo hondo a ti clamo, Señor, dueño mío, escucha mi voz.
Estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si recuerdas los delitos, Señor, ¿quién resistirá, dueño mío?
Pero el perdón es cosa tuya, para que seas respetado.
Yo espero al Señor, lo espero anhelante, yo aguardo su palabra;
mi vida aguarda a mi dueño, más que el centinela la aurora.
¡Más que el centinela la aurora!
Aguarde Israel al Señor, que en el Señor solo hay amor
y su redención es generosa: Él redimirá a Israel de todos sus delitos».

CONTEMPLACIÓN (¿Cómo interiorizo el texto?)
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón: «Te doy gracias, Padre, porque me has escuchado» (Jn 11,41).
Y de esta forma nos ponemos en contemplación, repitiendo y agradeciendo a Jesús que venga.

ACCIÓN (¿A qué me comprometo?)
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Si estoy solo, voy a volver a releer este texto, viendo las acciones de Jesús y tratando de imitarlas, especialmente en sus momentos de oración. Y con esta idea, este texto tan importante, buscaré a algún amigo que esté pasando por un momento importante en su vida, para animarlo a que en su oración pueda ser confiado. Así demostraré que sí estoy cumpliendo con enseñar lo que Dios pide.
En el grupo, vamos a insistir en las palabras de Jesús que repetimos en la contemplación. Y buscaremos una manera como grupo para enseñarle a los demás a tener confianza. Puede ser poner un cartel en la iglesia sobre el tema. También es muy necesario que en este tiempo de Cuaresma estemos cerca de las personas que sufren o que tienen necesidades. Vamos a buscarlas y a darles ánimo para recordar que Dios siempre nos escucha.

Hno. Ricardo Grzona, frp

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El pasaje que vamos a leer es una de las obras maestras del evangelio de Lucas. En él Zaqueo se convierte de «buscador» en «buscado». Jesús siempre toma la iniciativa, se invita a entrar en nuestra casa y espera que le reconozcamos como el «Señor».

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