HILOS EDUCATIVOS ENTRETEJIDOS

En el II Congreso Internacional del Cuidado Educativo Integral, celebrado el 3 de abril pasado en Zaragoza y organizado por la Cátedra Fundación Edelvives, pudimos recoger no pocas experiencias, ideas y constataciones que en estos años de cuidado integral se llevan a cabo en los centros educativos. Expongo una pequeña muestra de estos hilos entretejidos desde el cuidado.

En el campo de las tecnologías la clave está en saber acompañar y orientar. El debate no es tecnología sí o no sino cómo, desde dónde y para qué. Convivimos con lo analógico y lo digital. Toda convivencia genera conflictos, y no por ello despreciamos a uno de los polos en tensión. Será fundamental ayudar a distinguir el contenido de cada herramienta (“mira todo lo que puedes hacer”) del sentido de la misma (“para qué puedes utilizar esto”). Si distinguimos fines de medios y no los confundimos, toda herramienta -y la tecnología lo es- estará al servicio de los fines educativos. Cuando la herramienta achate el pensamiento, disperse la atención o promueva el aislamiento habrá que acompañar reorientando.

Por otra parte, constatamos que en la educación no cabe todo. En la carpeta de un docente se suman programaciones internas, además de proyectos educativos importados a los que hay que añadir decenas de protocolos que hay que tener en cuenta. Al final, nos encontramos con un agregado de documentos sin digerir. Quizá la máxima del filósofo habrá que tenerla en cuenta: poco es mucho; y eso significa que cuando el vaso rebosa hay que priorizar para no caer en el agotamiento o en la decepción. El cuidado educativo no puede transformarse en un catálogo de acciones y proyectos dispersos y de ofertas que nos llueven. ¿Qué podemos afrontar? ¿Qué podemos incorporar? Con realismo y sentido del proceso a largo plazo y no tanto del impacto a corto plazo. Al priorizar sopesamos, deliberamos y tomamos las decisiones más prudentes; será una forma inaplazable de cuidarnos.

Entre las acciones educativas cotidianas apareció la idea de la sobreprotección que, de algún modo, sufren las jóvenes generaciones. “Sufren” porque no se les hace ningún bien. “La sobreprotección es una forma de maltrato” afirmó el maestro Gregorio Luri.  Una forma de violencia básica es no dejar ser, afirma Lévinas, porque. en el fondo. constituye un modo de anular al otro y de hacer daño. Los niños necesitan jugar, expresarse, embarrarse y caerse. Cuidar también será acompañar en la distancia en la exploración del sexto sentido que todo menor tiene: el del riesgo. Es preciso no atrofiar este sentido para que la curiosidad, la pregunta y la aventura acompañen siempre a los que hoy atraviesan su primera etapa de la vida.

En esa dirección emergió un nuevo desafío educativo: necesitamos educadores que empujen. Empujar es lo contrario a sobreproteger, solo que ese empujón hay que comprenderlo en términos pedagógicos. Empujar a hacer, a atreverse, a salir, a cuestionar y cuestionarse, a plantearse desafíos. Cuidar también es empujar cuando la confianza preside el vínculo y está fuera de lugar cualquier ambición o proyección personal por parte del docente. El empujón conlleva una mirada esperanzadora hacia el futuro y hacia cada menor. El catastrofismo en el que poco a poco nos vamos introduciendo desde el mundo de los adultos no favorecerá la necesidad de que los estudiantes crezcan sin miedo a ese futuro.

En tiempos recios dos elementos surgen con fuerza: la necesaria educación en la voluntad y en la forja de un carácter que no solo se alcanza creando hábitos como repetición de actos, sino como enraizamiento de valores que merecen la pena ser vividos y compartidos. El cuidado precisa una educación intencional en los valores que le acompañan: proteger, escuchar o responder a la solicitud del otro no son maniobras espontáneas, sino formas de mirar la vida y de relacionarse con los otros que deben ser educadas. Promover valores en positivo antecede al cumplimiento ciego de normas. Por último, nos quedamos con tres demandas de los alumnos participantes en una investigación de la Cátedra Fundación Edelvives sobre el cuidado educativo: no somos una nota, necesitamos creer en una comunidad que cuida y queremos ser acompañados. Contamos con un alumnado consciente de atravesar unas necesidades de cuidado singulares. Como comunidad educativa hemos de responder con sabiduría y creatividad a todas estas demandas. Mucho trabajo por delante.

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