Había allí seis tinajas de piedra, de las que utilizaban los judíos para sus ritos de purificación, de unos ochenta o cien litros cada una (v. 6).
El número seis es simbólico. Implica la idea de imperfección (siete menos uno).
Son de piedra, destinadas a durar.
Las tinajas judías representan la institución imperfecta de Israel.
Se trata de recipientes para el culto y no son para agua de bebida.
Jesús dijo a los que servían: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Una vez llenas, Jesús les dijo: Sacad ahora un poco y llevádselo al maestresala. Ellos cumplieron sus órdenes (vv. 7-8).
El gesto de llenar hasta arriba las tinajas es un nuevo gesto de ir más allá de todo lo esperado.
Están vacías, como el culto vacío de los fariseos.
Los sirvientes obedecen a Jesús; la nueva economía cuenta con la antigua, hay conexión.
El lector aprende que es crucial aceptar la “palabra” de Jesús.
Cuando el maestresala degustó el vino nuevo sin saber su procedencia (solo lo servían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al novio (v. 9)
Lo importante de nuestro signo no es el vino sino la conversión del agua en vino.
No es adecuada la alegoría: vino=sangre derramada en la cruz.
¿De dónde viene el agua usada? El relato no lo dice, pero es de suponer que de una fuente; esto nos remite al agua de la creación original.
El vino nuevo solo puede ser servido por los dueños de las tinajas, los hebreos.
Le dijo: Todo el mundo sirve al principio el vino de mejor calidad, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se saca el más corriente. Tú, en cambio, has reservado el de mejor calidad para última hora (v. 10).
La exclamación del maestresala indica que Dios, el esposo, ha esperado siglos hasta escuchar los deseos profundos de su pueblo.
El Hijo es mejor que cualquiera de los anteriores profetas porque es Dios mismo.
El vino sugiere la plenitud escatológica de la alianza.
Esto sucedió en Caná de Galilea. Fue el primer signo realizado por Jesús. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él (v. 11).
Es el comentario final del evangelista.
Habla de “semeion” y no de“dynamis” (acto de poder).
Los dos horizontes de lectura se concretan: el de los espectadores y el de los lectores.