El comienzo del curso nos lleva a entrar en otra forma de “estar” en lo cotidiano. Es otro ritmo, a veces frenético, a veces… bueno sí, a veces frenético, y punto.
En los colegios, este frenesí se adquiere el mismo 1 de septiembre. Con la llegada del alumnado, el ímpetu y acelere suelen subir y contagiárseles, tanto en su vida escolar como extraescolar (que, en ocasiones, suele estar más ajetreada que la de un ministro).
Volviendo a la vida en los colegios, y concretamente a la de nuestros jóvenes, el otro día me comentaba alguien: «Acaba de empezar el curso, y ya mi hija (en 2º de bachillerato) está agobiada con el tema de la Selectividad. Es que los profesores no paran de hablar de ello…». Y es cierto. Como profesora me reconozco totalmente en esas palabras. Nuestro miedo a fracasar como profes se los traspasamos a ellos, que están en el momento de decidir qué quieren hacer con sus vidas y si van a llegar a lograrlo.
En este camino, algunos se esfuerzan al máximo, poniendo a prueba su voluntad y capacidad (bravo por ellos), y otros empiezan a ver si hay caminos facilones que les haga triunfar. Esto implica, desgraciadamente, el uso de artimañas que ni son sanas ni bonitas.
Todo esto me recuerda a una historia real: la de Rosalind Franklin, química y cristalográfica británica que trabajó en las estructuras del ADN, ARN, los virus, el carbón y el grafito. De ella se dice que es «la heroína olvidada» o «la dama oscura del ADN». ¿Por qué estos apelativos?
Rosalind es la autora de la que se llama “Foto 51”: imagen de una molécula de ADN. Aparte de este logro, hizo muchos progresos en el estudio del ADN.
Como mujer sufrió el aislamiento y desprecio que le profesaron sus compañeros científicos. Y esa animadversión hacia ella se manifestó en un hecho tremendamente cruel: el robo de las conclusiones de sus estudios. Esa famosa “Foto 51” y los cálculos que Rosalind hizo les sirvieron a los científicos Watson y Crick para formular su hipótesis sobre cómo debía ser la estructura del ADN, llegando a construir el primer modelo correcto de la molécula de ADN (la doble hélice que, curiosamente, yo estudié con el nombre de la «doble hélice de Watson y Crick»).
Watson y Crick recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1962 por su investigación sobre la molécula de ADN. Rosalind nunca supo hasta qué punto el trabajo de estos dos científicos galardonados había dependido de su investigación, pues murió antes de ello. Y ninguno la mencionó en sus discursos de aceptación de tan prestigioso premio. Además, las reglas del Premio Nobel no permiten hacer reconocimientos póstumos.
Llegar a donde uno sueña llegar no justifica lo que por el camino hagamos para conseguirlo. Eso de «el fin justifica los medios» no es un dicho para tener por lema en la vida, porque puedes hundir a muchas personas por el camino.
Así, en ese recorrido que hay que hacer para llegar a Selectividad y poder cumplir tu sueño, debemos recordarles a nuestros alumnos y alumnas que el estudio y trabajo son importantes, pero también es importante la humildad en el reconocimiento de las propias capacidades y la de los demás, el esfuerzo continuo y la honradez. De nada sirve lo que logremos, por muy importante y bueno que sea (incluso para la sociedad), si lo logramos usando malas artes.
Esto me hace recordar los días de confinamiento, donde los profesores nos vimos en esa nueva forma de enseñar de manera online. Era difícil comprobar si nuestro alumnado de verdad aprendía o simplemente se dedicaban a intentar sacar la nota que “en vivo y en directo” no eran capaces de alcanzar. En especial recuerdo a un chico de 2º de bachillerato que claramente hacía trampa. Nunca lo pude probar, pero una conoce a sus alumnos y alumnas, y sabe de sus trayectorias y sus habilidades. Lo triste es que pretendió engañarme, pero de lo que no fue consciente es de que, en realidad, a quien se engañó fue a sí mismo porque, al final, la vida pone a cada uno en su lugar.
Jesús dijo una vez a sus discípulos: «… aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas».
Sí, puede que el camino hacia nuestras metas nos parezca (y realmente lo sea) más largo y dificultoso si vamos andando en sencillez y humildad. Pero merece la pena. Esto no lo digo para quedar bien como final del post. Lo digo por propia experiencia, y por la experiencia de otros de la que he tenido la suerte de ser testigo y aprendiz.
Animemos a nuestros chicos y chicas a que no cojan atajos falsamente brillantes. La vida tiene más hondura y sentido cuando se vive en verdad y con verdad.