Fecha/Hora
09 Abr
Todo el día
Categorías
Primera lectura: Ezequiel 37,21-28
Salmo Jeremías 31,10-13
Evangelio: Juan 11,45.47-57
Al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María.
Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes, reunidos con la Junta Suprema, dijeron:
— ¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación.
Pero uno de ellos llamado Caifás, sumo sacerdote aquel año, les dijo:
— Vosotros no sabéis nada. No os dais cuenta de que es mejor para vosotros que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida.
Pero Caifás no habló así por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús había de morir por la nación judía, y no solo por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos. Desde aquel día, las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús.
Por eso, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se marchó de la región de Judea a un lugar cercano al desierto, a un pueblo llamado Efraín. Allí se quedó con sus discípulos.
Faltaba poco para la fiesta de la Pascua de los judíos, y mucha gente de los pueblos se dirigía a Jerusalén, a celebrar antes de la Pascua los ritos de purificación. Andaban buscando a Jesús, y se preguntaban unos a otros en el templo:
— ¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta, o no?
Los fariseos y los jefes de los sacerdotes habían dado orden de que, si alguien sabía dónde estaba Jesús, lo dijera, para poder apresarle.