EL CUIDADO DE MIRADA ALTA

De nuevo nos encontramos desenvolviendo la cinta de la caja de una nueva reforma educativa. Y, sin embargo, bien lo sabemos, antes que programaciones y disciplinas, la educación es otra cosa: es un acontecimiento ético que pone en marcha un nuevo comienzo, porque es capaz de generar en el alumnado respuestas imprevisibles, en tanto que son audaces e inéditas. Y lo inédito es el territorio de lo que está por venir cuando somos testigos de la fragilidad de nuestras vidas y de nuestro mundo.

En este tiempo incierto nos enfrentamos a la posibilidad de albergar un nuevo ámbito educativo; me refiero al ámbito del cuidado que surge como pilar necesario para sostener la vida, y que deberá reflejarse en los presentes y futuros planes educativos a todos los niveles. Hay responsabilidades que se anclan en la esfera de la política y otras que afectan a nuestros centros y a nuestro quehacer educativo cotidiano.

Probablemente, ninguna reforma educativa emprendió la necesaria reforma de la educación. Las reformas educativas han ido reparando, remodelando y mejorando elementos que pertenecen al mismo sistema. La ética del cuidado contiene la semilla de un nuevo modo de enfrentar el acto educativo; se configura en palanca que acciona estructuras, contenidos educativos, relaciones, modelos de aprendizaje y de evaluación, metodologías, pedagogías y didácticas renovadas. Por ello, la ética del cuidado nos obliga a retomar las preguntas educativas clásicas.

En efecto, en este momento de encrucijada urge no solo hacer, sino preguntarse de nuevo aquellas cuestiones que, a veces, damos por supuestas y que conforman el abc de la educación. Por ejemplo:

  • El qué de la educación hace referencia a los contenidos educativos. En muchas ocasiones los sistemas educativos se han basado casi exclusivamente en responder a esta pregunta.
  • El cómo de la educación. Es la pregunta por los procedimientos y por los medios educativos. En la sociedad del conocimiento las nuevas tecnologías han entrado en la escuela dinamizando procesos y metodologías. Reconociendo su indudable valor, todo ello nos ha sumergido en el paradigma tecnocrático que el papa Francisco denuncia en Laudato Si’, y que en el ámbito educativo se expresa en que «tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines» (LS 203).
  • El para qué de la educación. Son los fines educativos, esos que normalmente damos por supuestos. Valoramos la educación integral, apostamos por ella porque nada humano nos es ajeno, incluida la dimensión espiritual y trascendente de la persona. Ya no basta preparar para insertarse en el mercado de trabajo. El cambio climático y la pandemia que atravesamos son señales que nos alertan en una educación que vaya más allá de la lógica del mercado y alumbre personas capaces de sentir y pensar otras relaciones, otras organizaciones y otro mundo necesario.
  • El desde dónde de la educación. Probablemente la pregunta más olvidada y menos respondida. Toca la fuente de nuestro ser y de nuestro hacer. ¿Desde dónde educamos? El papa Francisco nos propone una real conversión ecológica, que pasa por la conciencia de que los seres humanos no estamos desconectados de las criaturas ni de la vida. Articular la fuente de vida que haga del vínculo con lo vivo una referencia reverencial fundamental constituye un desafío educativo ineludible para los próximos años.

Desde la Fundación Edelvives hemos diseñado una herramienta de diagnóstico para que los centros educativos puedan valorar hasta qué punto su propuesta educativa incluye el cuidado como eje vertebrador de la acción y estructura educativa, y no solo como añadido más o menos decorativo.

Apremia el cambio de paradigma que no se logra criticando solo el actual, sino poniendo las bases y trenzando iniciativas de otro alternativo. La ética del cuidado nace como aportación a este nuevo modo de entendernos como especie humana y de habitar la casa común. Queremos direccionar la educación hacia el cuidado porque ya no podemos apuntalar por más tiempo la sociedad del rendimiento, la búsqueda del éxito personal a cualquier precio o el hambre de consumismo. Necesitamos mirar alto y lejos y distanciarnos del cortoplacismo que nos ciega.

«Somos la especie en peligro de extinguirlo todo», rezaba una de las pancartas que los estudiantes sacaban a la calle en las movilizaciones de otoño de 2019. Nos encontramos ante una nueva generación:  más concienciada que la adulta, más preparada y con más ganas de promover un cambio local y global. No la defraudemos.

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