El cuidado es una forma de relación con la vida que vivimos, a partir de los vínculos que generamos, de los que recibimos y en los que nos hallamos como seres vivos. El cuidado conlleva una predisposición personal basada en el respeto, la confianza y la colaboración. Con todo, el cuidado es mucho más que una actitud o el cultivo de un determinado valor. Es un suelo renovado sobre el que asentar propósitos, relaciones, estructuras y modos de comprendernos como seres humanos. Por eso, me atrevo a decir que el cuidado es el eje de un nuevo paradigma de civilización y, por tanto, de educación.
Etimológicamente, paradigma es una palabra que significa modelo, patrón, guía. Es el mundo científico el que ha utilizado esta expresión y de ella bebemos. Hoy día, paradigma es un término que se utiliza con excesiva frecuencia y no siempre de modo adecuado.
Sin duda, el paradigma del progreso es el que ha guiado a nuestra civilización durante siglos. Y el progreso no solo es bueno, sino que a una parte de la humanidad nos ha tocado la buena suerte de vivir mejor que nunca. El problema es que a ese progreso le hemos añado el adjetivo de «infinito» o «ilimitado», y nos ha hecho creer que todo vale con tal de progresar.
La educación que nace bajo el paraguas del progreso infinito igualmente articula su propio paradigma basado en el éxito individual, en la inserción acrítica en el mercado laboral, en la competitividad y en la falsa creencia de que más es mejor. Este paradigma ya toca techo. Las anomalías y problemas que suscita ya no pueden ser solucionadas desde el mismo paradigma que las ha creado. El maestro en cambios organizacionales, Marshall Gold Smith , acuña una expresión bien interesante: «Lo que nos trajo hasta aquí no nos llevará hasta allí». En términos globales, el calentamiento global, la desigualdad creciente entre Norte y Sur, o expresado con las palabras del papa Francisco, los gritos de la tierra y los gritos de los pobres, solicitan una nueva alianza con la vida y entre los seres humanos.
Por otra parte, el nuevo paradigma que creemos debe acompañar este cambio de época, es el paradigma centrado en el cuidado de nosotros mismos, de los demás y del planeta. Para ello no vale asumir los pilares del paradigma del progreso desbocado. Ni el crecimiento económico indefinido, ni el consumo desaforado, ni la competitividad abusiva, ni la mercantilización de la vida nos conducen al cuidado necesario. Hay que elaborar otros cimientos y buscar otras estrategias. La alternativa no proviene de la confrontación, sino de la atención a la irrupción de un nuevo tiempo y una nueva manera de vivir y convivir.
Nos encontramos en la transición entre lo viejo que acaba y lo nuevo que nace. Un tiempo apasionante que nos coloca en estado de vigilia. A finales de siglo XX el escritor checo Václav Havel escribió, al caer el muro de Berlín: «Creo que existen buenas razones para sugerir que la era moderna ha terminado. Hoy, muchas cosas indican que vamos hacia un periodo transicional, en el que parece que algo está a punto de salir y algo distinto está naciendo dolorosamente. Es como si algo estuviera desmoronándose, descomponiéndose y agotándose, mientras que algo distinto, todavía vago, estuviera emergiendo de los escombros».
De los escombros puede surgir, aunque de forma vaga, poco a poco la alternativa de un nuevo paradigma que nos vincule como humanidad. Y este nuevo paradigma no vendrá por el hecho de que combatamos y critiquemos el paradigma del progreso, sino en la medida en que vayamos cuidando los espacios que habitamos y en los que trabajamos, que cuidemos nuestras relaciones y la casa común que nos alberga. Es decir, en la medida que Cuidado sea nuestro compañero de camino.
El pedagogo brasileiro Paulo Freire decía que las personas nos adaptamos al mundo transformándolo. Es un aprendizaje biológico que tiene enormes consecuencias. La realidad es lo que vivimos y también lo que puede llegar a ser. Desplegar posibilidades aún inéditas, pero que podemos acariciar, forma parte de ese encargo educativo y existencial al que el mismo Freire se refirió con el término inédito viable.
El paradigma del cuidado, desde el punto de vista educativo, será ese inédito viable que podemos ir construyendo sin necesidad de destruir nada de lo que nos ha traído hasta aquí. Basta con dejar ir y abandonar comportamientos, aprendizajes y vocabulario que expresen situaciones de dominio, conquista o éxito a cualquier precio. También habrá que dejar ir estructuras, sistemas y relaciones que apuntalen el progreso indefinido que conduce a su propio fracaso.
Si reflexionamos bien sobre el contenido de este breve post podremos comprender que el Cuidado nos trae una revolución de cuidado. ¿Te apuntas?