Me necesito
como el viento el espacio
necesito mi espacio en mí
mi rincón en mi patio
mi presencia en mis ausencias
necesito de mí
La buena noticia para ti y para hoy y para siempre es que solo te necesitas a ti. Quizá puedas pensar que estoy cayendo en el egocentrismo más extremo e incluso en un egoísmo evidente. Eso ocurre porque desde nuestra más tierna infancia hemos aprendido algunos mantras que nos han acompañado en cada uno de nuestros pasos, rodeando toda nuestra existencia y marcando patrones que luego acaban siendo confrontados, inevitablemente, por la propia realidad.
“No puedo vivir sin ti, no hay manera” así reza una famosa canción de Los Ronaldos que, aparentemente, es una historia de amor preciosa donde alguien reclama la permanente necesidad de contar con la otra persona, no para hacerla más feliz sino para sostenerse él mismo y poder seguir viviendo. Lo de menos en la canción es saber cómo es el otro, qué siente, cómo vive o sobrevive. Detrás de una aparente muestra de amor se esconde un vacío que solo puede llenarse hoy por el ruido y la compañía.
No necesitas de nadie para ser tú mismo, tú misma. No existe la media naranja que hace que se complete hoy tu totalidad. Existe la conexión de dos almas que se respiran y conversan creando un espacio infinito y mágico entre ellas pero que pueden existir solas.
Esto es lo que cuenta también Aristófanes en El banquete de Platón, cuando expresa que los dioses separaron en dos mitades a los hombres para que, en lugar de cuatro brazos cuatro piernas y dos rostros, tuvieran solo dos y así se volvieran más débiles y así: “añorando a su otra mitad, trata de reencontrarse con ella” (Platón, El Banquete, 18c-191d). E incluso se evidencia en nuestra propia tradición bíblica cuando Dios decide en el Génesis que Eva acompañe la soledad de Adán (Génesis 2,18).
Puedes pensar que es un discurso anti romántico, en el mejor de los casos, o que puede caer en el solipsismo metafísico negando al otro como parte de tu propio cosmos emocional, pero nada más lejos de la realidad, créeme. Negar la dependencia de los demás para ser más uno mismo no es negar la pulsión de convivir. Expandir tu presencia activa en el lugar y el tiempo que te ha tocado vivir, no es negar la entrega, la generosidad o el amor profundo en todo y sobre todo. Es afirmar que primero te necesitas a ti, en toda tu soledad, en toda tu composición indisoluble. En definitiva, es aprender a sostenerte por ti mismo. Por eso Dios te quiere libre y erguido para que, incluso, la relación con él sea contractual, igual que Jacob (Génesis 32,28), aunque salgas herido de la lucha con todas esas imágenes y mantras culturales y así, y solo así, puedas crear una nueva estirpe de hombres y mujeres libres con un nuevo nombre.
Esto y muchas cosas más es lo que puedes ver en el cuadro de René Magritte de 1927 El doble secreto. Los hombres y mujeres, compatriotas de esa Bélgica donde nació, estaban abrumados por la ausencia de seguridades, la guerra en su vida cotidiana, la ocupación de su país y la presencia constante del dolor, la muerte (su madre se suicidó cuando él tenía 13 años) y la incertidumbre. No tuvieron más remedio que preguntarse qué hacer para sostenerse. Y solo lo hallaron algunos o algunas, como la holandesa Etty Hillesum, en la mirada hacia el interior, hacia esos mecanismos que René pinta en el cuadro y que hoy te invito a contemplar.
Sostenerse para sostener: la fragilidad de los días y sus noches, el desamor pero también el amor y su compromiso, el desequilibrio como parte de lo cotidiano, las incongruencias de nuestras acciones y las negaciones de la vida plena como parte de la condición humana pero también para sostener la belleza, la ternura, la risa, los sueños y la presencia en todo de uno mismo. Te invito hoy más que nunca a ser dentro de ti lo que ya eres y contienes: la nada y, a su vez, el universo. Baila y disfruta al ritmo y la letra de esta canción: sostente en ti, renace.
- La obra de arte es Le double secret, de René Magritte, Centre Pompidou, París, Francia.