Aprovecho que hoy es el día de los enamorados para hacer una defensa de las cartas y del amor. Si vienen juntas, mejor que mejor, porque escribir una carta de amor es toda una declaración de intenciones. Confieso mi gusto por el género epistolar y por las maravillosas cartas de amor que se han escrito a lo largo del tiempo. Entre mis favoritas está una carta dedicatoria que se puede encontrar en las primeras páginas del libro Al este del Edén de John Steinbeck. La he utilizado muchas veces en conferencias y también a nivel personal, como manera de regalar y ponerle palabras al amor que he sentido hacia otras personas. Porque esta carta de un amigo a otro esconde lo que significa abrirse de par en par al otro. Y lo hace regalando el amor en una caja donde cabe la vida entera. El texto lo reproduzco en la siguiente imagen para que entiendan ese fervor del que les hablo. Juzguen ustedes mismos.  

En el género epistolar están también las cartas perdidas, aquellas que no se entregan, las que no se envían y se quedan en el limbo de lo que pudo ser y no fue. Las cosas que nunca decimos pero que dejamos escritas. No hay cosa más desoladora que los secretos que se desvelan cuando una de las dos personas falta.  Me encontré con ellas en la novela El desencuentro de Fernando Schwartz, si no recuerdo mal, el primer Premio Planeta que leí y también en la hermosa película de Isabel CoixetA los que aman. En esta última, aparecen en un baúl, acumuladas, interceptadas por el odio de quien no ama, o ama mal. Que el amor es siempre un deporte de riesgo en estos tiempos que corren. Y quien ama tiene que arriesgar y desprotegerse para que pueda manifestarse sin fronteras. El amante y el amado que tan bien recogió Antonio Gala en sus textos. 

Este 2025 celebramos el centenario del nacimiento de la escritora Carmen Martín Gaite. Para mí es una de las escritoras que más marcaron mis comienzos como lector. Su estilo, su filosofía, su manera de vivir y de entender la vida hicieron que me bebiera sus libros y que celebrara como una verdadera epifanía aquella novela llamada Lo raro es vivir. El ejemplar que tengo me lo regaló una monja de clausura y lo conservo con dedicatoria y todo. Volviendo a Carmiña, a partir de ese descubrimiento seguí bebiendo en sus fuentes hasta llegar a Irse de casa, y conservo igualmente sus Cuadernos de todo, su acercamiento a la poesía y los collages que son una forma autora que comparte mi venerada Wislawa Szymborska. A veces pienso que las galaxias literarias nos atrapan, nos eligen, formando una constelación propia, un mundo propio para cada lector. 

Vuelvo a Carmen que también tiene una carta de amor, en forma de cuento, que se llama Caperucita en Manhattan. Una carta de amor a su hija Marta que murió muy joven y a la que recuerda en esa fantasía tan hermosa que también se convierte en loa a Nueva York. ¡Que tendrá esa ciudad que ha encandilado a tantos artistas! Calila, que es como llamaba a su hija, le dedica la novela a la Torci, que es como Marta llamaba a su madre.  El amor tiene su propio lenguaje, ese que se multiplica en mil dialectos y que es capaz de nombrar lo innombrable, lo que parece escondido, lo que está en el corazón y en el misterio de la propia vida. Uno de los actos que se han programado en Madrid es la adaptación teatral de este regalo que Carmen hizo a su hija a las tablas. Y desde finales de enero están en La Abadía. La directora de la adaptación, Lucía Miranda, lo ve también como un regalo, el de poder dirigir esta obra y compartir su universo con nosotros. Un regalo, casi en forma de carta, de cuaderno o de caja que se hace realidad en el cuerpo de unas actrices en estado de gracia como Mamen García, Miriam Montilla, Carmen Navarro y Carolina Yuste. Muy bien acompañadas por el contrabajista Marcel Mihok. Muy pronto se estrena también El cuarto de atrás con Emma Suárez en el reparto y en el mismo teatro madrileño. 

Pero la verdadera carta de amor, la más auténtica, la más bella, es la que escribe Dios regalándonos la creación y compartiendo camino con el ser humano. Recuerdo el bello ensayo La más bella historia del mundo publicado en Anagrama que es un acercamiento al origen de la historia humana en forma de actos, como si de una nueva creación se tratara. Cada vez que leo los primeros renglones del Génesis, en su ingenuidad casi naíf, no puedo más que imaginarme a alguien querido contándome un cuento. Los abuelos, los padres, la gente a la que queremos, que construye el relato del amor a golpe de historia, de cuento, de regazo. 

  • La fotografía que encabeza el post es Old Souvenirs, John F. Peto. MET New York. Fotografía del autor.
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