Escribo este post a finales de diciembre, antes de irme unos días de vacaciones y pongo en el lado izquierdo de la pantalla mi carrete de fotos y al lado derecho este folio en blanco. Echo para atrás en el tiempo para ver todas las imágenes que he generado a lo largo de estos meses y voy pasando por el ratón desde principios de enero hasta el día de hoy como si reviviera de nuevo la vida a través de lo que tengo guardado. 

A lo largo de un año se ven muchas cosas, pasan por nuestros ojos tan deprisa como el tiempo que es fugaz y que cuando menos te lo esperas ya se ha escapado de las manos. Por eso, cuando termina el año es un buen momento para pararse, dejar reposar en el corazón aquello que nos ha hecho vibrar, sentir o emocionarnos. Quedarán apenas esos momentos, esos espacios, esos lugares. Pequeñas epifanías en medio de lo cotidiano, en medio de la vida ordinaria y sencilla de cada uno de nosotros. Todos tenemos nuestras epifanías. Comparto ahora las mías, aunque muchas de ellas han sido reveladas a lo largo del año entre las palabras de este blog. 

Enero. El comienzo es siempre una oportunidad y una pérdida. Acabamos de cerrar una etapa y de abrir otra. Me doy cuenta de que estreno el año con un café y un libro, el de Tom Crewe, La Nueva Vida. Buen presagio. Suena en mi playlist Quiero mejor de Kevin Johansen y Las Migas y se convierte en un himno. 

Febrero. Un pájaro y una estrella.  Una pequeña maravilla en forma de cajita que se convirtió en regalo en unos ejercicios espirituales en Albacete. El encuentro y Juan de la Cruz. El pájaro solitario y sus propiedades. Y elijo también una estrella, La estrella azul de Javier Macipe, la película que más me ha emocionado de este año que termina. Me rompo ante la letra de la canción La verdad de Mastodonte

Marzo. Ya se atisba la primavera, los encuentros, la palabra. Me quedo con la amistad y con la magia del encuentro. Y con un libro que es luz aunque tenga un título engañoso. Se llama Cine ciego y es de Marta Azparren y está publicado por Libros de la Resistencia. Visito por primera vez ARCO. Escucho compulsivamente Nunca es suficiente de Natalia Lafourcade con Los Ángeles azules.

Abril. De abril elijo el silencio, el celebrar el tríduo pascual sin estridencias, en casa. El desear que vuelva el sol, el escuchar Abril sin anestesia de Pablo López y que se quede tan dentro. Me emociono con los chicos de Supersubmarina. Alucino con los bailarines de Sharon Eyal y sucumbo con la belleza del Archivo de la delicadeza de Shaday Larios. 

Mayo. Comienzo el mes echando de menos a Paul Auster, sus historias, su mundo, su legado. Descubro uno de mis libros del año, el Realismo capitalista de Mark Fisher. Comienzo a darle forma a Mi Fray Juan. Colecciono encuentros, visitas y luces. José Hierro, Gloria Gervitz, Clara Janés, Pablo Fildago. Voy terminando De súbito, la luz con la ayuda de Eusebio Calonge. Asisto en el Conde Duque al ensayo general de Obra imposible de Los Bárbaros. Una de mis obras de teatro del año. 

Junio. Me quedo Muerta de amor con el espectáculo de Manuel Liñán en los Teatros del Canal. Observo cómo va llegando el verano, paso unos días en casa. Volver al hogar siempre es bueno, en cualquier mes del año. Y termino el periplo disfrutando de Manuel Carrasco en el Bernabéu, muy bien acompañado. Sus canciones me saben a verano. 

Julio. Tras los pasos de san Pablo recorrimos Asia Menor y volvimos de nuevo a Estambul. Noqueado con la película Fuera de temporada de Stéphane Brizé. Absorto con la danza mística de los derviches. Suena en mi mente la melodía con la que bailan estos hombres que traspasa lo turístico y lo artístico. Me dejo llevar por el paisaje, la música, los colores y las vivencias de los primeros cristianos. Se me cuela desde el pasado la versión acústica de Viviendo deprisa de Alejandro Sanz.

Agosto. Son amigos, reencuentros y el regalo de unos días de silencio. Después de veinticinco años vuelvo a hacer el camino de Santiago. Leo en el camino: “El turista viaja, el senderista anda, el peregrino busca”. El camino se anda mejor si vas acompañado, y yo lo estoy. Me envuelven los poemas de José Mateos en su antología Los nombres que te he dado. Intento entrar en el Circuito privado de vigilancia de Maite Gómez Molina. Descubro Cuál es tu tormento de Sigrid Nunez. La música, la de los amaneceres. 

Septiembre se viste de mudanza. Mudarse es una forma de perder y de ganar. Encuentras espacios nuevos y dejas atrás otros que fueron queridos. “Mudar, muerte” decía Teresa. Recupero de mi memoria la canción de Tontxu, Corazón de mudanza. No tengo tiempo para más, el tiempo vuela. Me acuerdo de mi hermano todo el tiempo, no lo puedo evitar. Él llena mi memoria y mi corazón. 

Octubre. Vuelvo a la Seminci. Reencuentro con amigos, buen cine, listado de pelis para el año. Disfruto y sufro con Querer de Alauda Ruíz de Azúa. Veo La habitación de al lado  de Pedro Almodóvar y acompaño a estas dos amigas mientras la música de Alberto Iglesias me atrapa. Me desarma el nuevo de mi amigo Antonio Praena, La belleza del otro. Nos encoge el corazón la gota fría de Valencia. El barro, el sufrimiento, las vidas perdidas, la incompetencia, la incertidumbre. De repente, in ictu oculi

Noviembre. Escucho una y otra vez Tocotó de Amaia. Encadeno poemarios. Me da tiempo de llegar a la inauguración del Festival de Teatro de otoño de Madrid y escuchar a Amancio Prada cantando el Cántico Espiritual. Me compro El tiempo de los lirios del amigo Vicente Valero y lo acompaño en su viaje al centro del corazón de Francisco de Asís.  Veo en el cine la película de Sandra Romero, Por donde pasa el silencio. La añado a la lista de mis favoritas.  

Diciembre. Tengo un pensamiento. De nuevo Amaia nos regala una epifanía. Encadeno pájaros. Dos gaviotas, un pájaro anfibio y un pájaro de fuego. Me entran ganas de volar como los bailarines que veo en el teatro. Volar, vivir, soñar. Me acuerdo de Juan de la Cruz. Tan alto, tan alto. Que le dio a la caza alcance. Doy gracias a Dios por lo vivido y me preparo para el próximo vuelo. ¡Feliz 2025! 

Los verbos de la vida

RECUPERARSE

Todas las personas que en el mundo han sido algo para sí y para los demás pasaron por un vendaval o una riada.

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Los verbos de la vida

PROYECTARSE

Por mucho que lo intentes, no te puedes desprender de ti, de tus impulsos, tus contradicciones ni de tu propia historia.

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Los verbos de la vida

PREGUNTARSE

¿Por qué no vivir de verdad? Como en este tiempo de descanso. ¿Por qué no preguntarse y preguntar?

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