Fuentes y oquedades
Periferias recónditas
Donde habitan
Silenciosas palabras
Desbordablemente llenas
de historias
de luz
y destinos
Y muchas cosas pararon durante este tiempo de vacaciones. Pararon las madrugás a toque de despertador impertinente, los desayunos rápidos e inconsistentes acompañados por un café que abrasa en la lengua mientras sales de casa a toda prisa. Pararon los relojes y las noticias en dos minutos para mantenerte al día y poder hablar en el recreo o en el bar del trabajo con tus compañeros. Pararon también los nervios por una lección medio asimilada la noche anterior a eso de las 12:30. Desaparecieron las exigencias, las impertinentes miradas y los papeles a cumplimentar. Tu correo se vació de mensajes y tu conexión con el entorno virtual se convirtió en una mezcla de noticias, publicidad y spams que nunca habías visto.
Tus ojos se llenaron de reencuentros deseados, de ilusiones por todo lo que estaba por venir, disfrutar y hasta te pusiste la canción I’m free de The Soup Dragons. Tu sonrisa iluminaba la acera y los rostros de cada persona que pasaba a tu lado ese día de junio o de julio, eso solo lo sabes tú.
Y al día siguiente solo estaba el descanso y la calma, el desayuno lento, las tostadas calientes y el café templado. Y delante de esa mesa te comprometiste a vivir con intensidad cada segundo de estos días que iban a significar el cambio de rumbo de muchas cosas. ¿Recuerdas?
Cuando saliste a pasear empezaste a mirar el cielo, las nubes y las copas de los árboles como cuando eras niño y notaste ese olor a infancia y plaza. Recordaste las sensaciones sobre tu bici en pantalón corto y ese olor a polvo y sol de tus zapatillas.
En el pueblo, camino del río recordaste a tus padres previniéndote en la poza o enseñándote a nadar y esos juncos que trenzabas torpemente con los dedos impregnados de futuro.
Y es ahí, frente a la sierra, cuando un día de laderas nubladas te miras en el espejo de tu identidad y tu raíz. Cuando te preguntas. Por el paso del tiempo en tu piel y en tu rostro, en tus pulmones y piernas, en las personas que te han amado, amaste y amas. Es cuando sientes el peso del infinito en todo, cuando percibes que la respuesta está en lo inapreciable, en el débil gorgojeo de un ave o de un renacuajo o en el torrente provocado por una turbulencia en el agua, pequeña y delicada.
Es en esa noche inmensa de estrellas silenciosas cuando uno como Joan Miró en 1940 puedes imaginar estrellas de la mañana y constelaciones a pesar del tiempo oscuro en su país y en Europa. En medio de la noche tenebrosa de los acontecimientos surgió la pregunta sobre la noche y las inevitables mañanas que estaban por venir.
Es ahí cuando puedes reanudar, en este nuevo tiempo que comienza, tus paseos sobre ti mismo y los senderos que se abren cada mañana. Eres libre, no dependes de parones vacacionales, ni de calendarios impuestos desde la legislación. Depende de que te preguntes ¿por qué no?
Y eso es lo que te invito que hagas cada día de estos días de vuelta a las obligaciones con otros. ¿Por qué no vivir de verdad? Como en este tiempo de descanso. ¿Por qué no pasear, contemplar, respirar, comer, reír, no hacer, jugar, descubrir, conversar, soñar, reencontrarse, perdonar, perdonarse, sentir, bailar, explorar, informarse, escuchar, soltar, esperar, despertar y despertarse y amar? ¿Por qué no preguntarse y preguntar?