Mi espejo; tus ojos
Tu destreza; encontrarme
Mi desafío; buscarme y hallarte en el hogar,
de nuestras miradas.
PARA SENTIRTE
Francisco de Goya y Lucientes, español y afrancesado; etiquetado. Podrías llegar a creer que las etiquetas que te han acompañado cada día hasta hoy como losas han sido provocados por la falta de conocimiento. Podría parecerte que eso se podría solucionar si supiesen más de tu historia o de si alguien les hablase de una manera distinta o de si tu imagen en las redes sociales cambiara. Crees que eso modificaría en algo su manera de percibirte. Pero es más complejo que todo eso.
Las etiquetas nacen de la ceguera. Surgen de la imposibilidad de ver los matices de los demás porque no se es capaz de ver los de uno mismo. Son cegueras que se corrigen con la introspección y un espejo. Para mirarte en profundidad y con detalle, y así poder ver tu propia historia y todas las historias que han sucedido primero en ti, luego en los demás.
Era una época no tan diferente a la de ahora, la de España entre el siglo XVIII y XIX. El mundo en el que habían vivido muchas personas estaba cambiando hacia posiciones que hablaban de tolerancia, respeto, consenso y razón.
A don Francisco le tocaba vivir una época de transición con esquemas sociales, culturales, políticos y religiosos que estaban cambiando, que necesitaban modificarse para poder sobrevivir y adaptarse a las necesidades de una población cambiante en un entorno que, hoy, llamaríamos VUCA y que, más tarde, la llamaron “cambio de época”. Como si tras la imposición de las leyes se pudiese convencer al corazón de las personas y se pudiera transformar profundamente las estructuras ideológicas y morales.
Es lo que trató de reflejar el ilustre de Fuendetodos en su grabado El sueño de la razón produce monstruos en la serie Los caprichos en 1799. Si la razón se quedaba adormecida entonces en ese mundo onírico se quedarían libres muchas criaturas terribles sin diques morales y éticos.
Hoy pasa lo mismo. Quizá no haya ninguna invasión francesa que traiga la Ilustración a fuerza de bayonetas a una sociedad atrasada, pero sí existen otros medios de inculturación mucho más sutiles pero más efectivos, que penetran en todos nuestros modelos económicos y sociales. Hoy, los resultados económicos justifican cualquier aberración laboral y cualquier abuso con colectivos desangelados y abandonados, en aras del crecimiento económico. Ya no hay batallones de fusileros apuntando pero sí una munición de estadísticas como punta de lanza de una ocupación permanente de nuestro mundo.
Quizá te pase a ti igual hoy a ti, que estás pasando hoy por una etapa en la que algunas seguridades que parecían ciertas se han ido cuestionando y que has descubierto la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad (VUCA) a tu alrededor y en ti. Igual también estamos asistiendo a un cambio de época…
Goya tuvo que vivir en carnes propias, como muchos españoles, la resolución del conflicto, del cambio de una manera dramática y trágica como siempre es la guerra. Y Lo curioso es que tras terminar esta en 1814 no hubo consenso ni un proceso de intermediación entre las diferentes formas de ver la historia sino una vuelta, un retroceso y una resistencia a cualquier tipo de modificación profunda. Tuvo que salir de España, exiliarse.
Y esta, quizá, es una de las tentaciones que tienes hoy, la de atrincherarte en la resistencia frente a cualquier tipo de cambio o exiliarte a otro lugar donde nada te afecte y nada pueda dañarte. Los dos extremos aparecen hoy en nuestra realidad más actual. El pintor optó entre otras cosas por mirarse delante de un espejo y retratarse no como le hubiese gustado ser sino como realmente era. Y adivinamos en él, en este Autorretrato de 1795; una mirada inteligente sobre sí mismo, una mirada que resalta lo de audaz creativo y sensible que hay en él pero también donde se intuye la incisiva percepción sobre sí mismo.
Hoy resulta evidente que antes de mirar a los demás hay que aprender a mirarse a sí mismo. Hay que autorretratarte con honestidad no desde los mensajes negativos que nos lanzamos sino desde la seguridad de ser auténticos.
Y ahí está la clave de todas las relaciones que establezcas con las personas, los entornos y hasta con tu propio cuerpo y tu espíritu. Si eres capaz de mirarte con bondad con compasión y con ternura, serás capaz de mirar todo lo que te rodea durante todos los años de tu vida de con serenidad y luz.
PARA SENTIR
Te propongo que te sientes al borde de la cama o en una silla o donde te sientas cómodo, delante de un espejo o que utilices el trayecto del ascensor hasta tu piso para lo mismo, de la misma forma, cuando estés solo. Mira a la persona que tienes delante y obsérvala. Dibuja con tu mirada el contorno de la silueta que tienes delante percibe cada detalle; el rostro, el cabello y pon especial atención en la mirada. Para finalizar este sencillo ejercicio quédate observándote, mirándote profundamente sin pestañear y adivinarás la mirada del niño que siempre has sido, la dulzura qué has recibido, el profundo amor del qué estás lleno y la esperanza de lo eterno en ti mismo.