Hay títulos, hay obras, hay textos que te persiguen sin que apenas te des cuenta, pero están detrás de ti, al acecho, hasta que consiguen atraparte y llevarte a su terreno. Conocí por casualidad a Brai Kobla, autor de OVEJA PERDIDA VEN SOBRE MIS HOMBROS QUE NO HOY NO SOLO TU PASTOR SOY SINO TU PASTO TAMBIÉN en un curso de teatro de Nave 73 que daba Pablo Messiez con textos de Ida Vitale y San Juan de la Cruz.
Yo no participaba en el curso como los demás, sino que observaba, apuntaba, me maravillaba con lo que estaban haciendo los quince actores con las palabras. De ahí conservo la amistad también con Acoidán Méndez. Pues en aquel verano del 2021 le oí hablar de esta obra que me llamó la atención por el título. Se representó en algunos lugares de nuestro país y otro amigo recién llegado, Máximo Huerta, me la puso otra vez en el punto de mira diciéndome que volvía este mes de mayo. La obra habla de nosotros, del tiempo que vivimos, del capitalismo rampante –¿No os pasa que cuando leéis algo todo lo veis os remite a lo leído? Desde que leí a Fisher, no deja de pasarme–. Y lo hace con la urgencia, la repetición, el humor y el absurdo, esos escudos de simulacros que nos agotan y nos hacen rendirnos, de las utopías perdidas, y de los que mandan, los que mantienen un sistema que es absurdo y perverso a la vez.
De todo eso habla, mientras nosotros, como público, buscamos la postura, la perspectiva, el lugar desde donde verlos, desde donde integrar todo lo que la ficción nos echa en cara. Excelente reparto con Jorge Tesone, Luis Sorolla, Maru Fantini y Esther Sanz. Han estado en la sala Cuarta Pared y seguro que volverán.
«Una ‘Oraison‘ es una oración, una última toma de palabra. A través de este espectáculo, busco despertar una conciencia para encender nuestras luces». Así se expresa la directora Marie Molliens, del circo francés Raposo al hablar de este espectáculo que ha presentado esta semana en el circo Price de Madrid. Y su propuesta es todo un viaje que comienza con el fulgor de las coreografías de grupo, de los rituales de la manada, para ir llevándonos por los espacios más oscuros de nosotros mismos. Se produce un cortocircuito y el circo se convierte en otro lugar más oscuro, quizá el lugar que ha ocupado en el seno de las artes escénicas en el mundo contemporáneo. Y ese viaje, que es para aguerridos y no para infantes –un grupo de niños que estaba a mi lado lo pasaron realmente mal–, nos lleva a lo más profundo y a la vez nos transporta a la infancia, haciéndonos mirar a través de un velo, que cuando cae nos trasporta por un camino de cuchillos hacia un final hermoso y esperanzador. Todo un viaje, este circo, que me hizo recordar las veces que fui cuando niño, la magia del espectáculo y el pavor (y también el miedo) que generan los abismos del arte.
Esta semana he terminado mi periplo por dos espacios de formación distintos, uno de poesía y otro de teatro. El primero con Sara Forja y el segundo, con el maestro, Eusebio Calonge. Cada uno necesita un post para poder expresar lo vivido que intentaré subir próximamente. En cada uno de ellos he conocido a gente fantástica y me han ayudado a mirar la vida desde prismas distintos, con una claridad que solo se puede conseguir a través del arte. La poesía y el teatro, además de palabra es acción y vida. Ambas son artes vivas que van más allá de la palabra, que buscan agarrar la vida desde lo profundo. A pesar de que ambas juegan con la ficción, no hay nada más real ni radical que la poesía y el teatro para estos tiempos convulsos que corren.