VOLUNTARIADO OBLIGATORIO

Quienes conocemos de cerca la realidad del voluntariado la estimamos y respetamos como un instrumento de transformación personal y social de indudable calado. Por el voluntariado tantas personas han tenido la experiencia de atesorar una chispa ética que les ha levantado de su sofá, de su mando a distancia y de su pequeño mundo. Es en el encuentro con el otro que sufre donde acontece la más desnuda de las experiencias, donde la solidaridad y el cuidado se hacen grandes en lo pequeño: una escucha, un acompañamiento, una clase de español a migrantes, un taller con personas privadas de libertad, una movilización en la calle exigiendo justicia, porque la experiencia de injusticia crece y agita mente, pies y corazón. Todo eso y tantas cosas más ofrece el voluntariado.

Sabemos que la sociedad de mercado todo lo compra y todo lo vende. Maquilla y descarga de su energía ética aquello que es valioso y contribuye a la mejora de la vida. Esto también pasa con el voluntariado. Junto con la acción voluntaria que es hija de la ciudadanía inclusiva, de la participación social y de la solidaridad abierta existe el voluntariado que nace de una obligación por parte de la dirección de la empresa, de la organización, de la institución.

En la esfera laboral nos encontramos en ocasiones con una especie de voluntariado de marca. Bajo capa de bien, se ha encontrado en el voluntariado obligatorio una manera de abaratar costes jaleando lemas solidarios. Todo vale con tal de prestigiar una pretendida marca ética de la institución. La perversión de la acción solidaria se transforma en moralina ética que se queda en la superficie y no solo no transforma, sino que hace daño en las personas que lo realizan provocando en muchos casos una vacuna antisolidaridad de por vida. A los valores éticos que construyen justicia solo se puede ir de frente, no bajo amenazas o coacciones.

Llevado al extremo, el llamado volluntelling consiste en imponer una tarea falsamente voluntaria a la que el trabajador no puede negarse. Y aquel que se niega queda seriamente señalado. Ciertamente aquí nos encontramos ante una forma de abuso de poder, como es el caso del abuso laboral. Obligar a un trabajador a realizar una tarea laboral so pretexto de que es una forma de voluntariado, en contra de la voluntad del interesado y bajo amenazas es una de las maniobras más indecentes con las que se manipula al trabajador y a los valores que humanizan la vida. Cualquier trabajador ha de saber que existen otras maneras de ser solidario sin coacciones y sin ser señalado.

Recordemos que el voluntariado nace como una respuesta gratuita ante la injusticia, desamparo y soledad que vemos, escuchamos y palpamos. La gratuidad no tiene que ver solo con no cobrar dinero sino con la acción regalada (don-acción) que nace de otro regalo: del encuentro afectante con quien sufre; un encuentro que no nos deja indiferentes, una provocación que solo puede ejercer quien sufre y nos pide una mano, un poco de tiempo, un estar ahí con él, con ella, de manera personal; y con ellos y ellas como colectivos afectados: discapacitados, personas mayores, mujeres maltratadas, migrantes, presos y tantos otros que habitan en la exclusión social, sin olvidarnos del voluntariado medioambiental  que lucha contra la crisis climática.

Vayamos al marco educativo. Numerosos programas de compromiso social desde la escuela fomentan el voluntariado social. Bienvenidos sean. Hagámoslo con buen tino y sin tomar el voluntariado como un valor absoluto, porque no lo es. El voluntariado es un medio, esto es, una mediación social y cultural de este tiempo que nos conduce a construir valores que no tienen precio. Por eso, más que educar en el voluntariado sería preciso educar en las relaciones de cuidado, en la mirada atenta ante los esquinados e invisibilizados, en el buen trato que todos nos merecemos, en la ayuda mutua donde construimos un nosotros inclusivo. Y una de las maneras de vehicular esa sensibilidad y ese compromiso es el voluntariado.

En resumen: la voluntad de hacer algo en favor del otro en un marco colectivo se enlaza radicalmente con el voluntariado. La obligación de realizar tareas laborales fuera de tu tiempo de trabajo, y además si se trata de acciones pretendidamente solidarias, es una forma de maltrato y de abuso.

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