NO SON TIEMPOS PARA FLUIR

No, no lo son. Volver a la rutina después de unas vacaciones qué durillo es, y dejarse llevar no funciona, porque no arrancas entonces. Esto de regresar requiere mucho esfuerzo por parte nuestra. Además, como dicha rutina nos espera tal y como la dejamos, no nos encontramos ni con la agradable sorpresa de ver si hay algo que haya mejorado por sí mismo durante nuestra ausencia. Arrancar motores y tirar de nosotros mismos cuesta la misma vida. Hay que pasar de un estado de reposo a otro de movimiento así, de sopetón, y cuesta, cuesta mucho. No, no sirve eso de dejarse llevar para que todo vuelva a rodar. Hay que poner mucho de nuestra parte.

Una de las ramas de la Física es la Mecánica, que estudia el movimiento de las cosas y las causas que les llevan a un estado de reposo o de movimiento, que no son otra cosa que las fuerzas. Entre estas fuerzas, existe una llamada fuerza de rozamiento. Es aquella que se opone al sentido del movimiento, dificultándolo. Este tipo de fuerza depende del peso del cuerpo y de un factor que se llama coeficiente de rozamiento, el cual está directamente relacionado con la naturaleza de la superficie sobre la que se desliza el cuerpo.

Hay dos tipos de coeficientes de rozamiento: el estático y el dinámico. El estático es el relacionado con la fuerza necesaria para hacer que un cuerpo pase del reposo al movimiento, mientras que el dinámico es el relacionado con la fuerza que continuamente hace el suelo sobre el cuerpo, dificultando su movimiento.

Llegados a este punto, no me dirán que no les suena esto a como se encuentran ahora, con el regreso al trabajo. La rutina puede ser un coeficiente de rozamiento estático muy muy alto, ¿verdad? Luego, una vez ya hemos arrancado, pues vamos cogiendo el ritmo, aunque no dejamos de esforzarnos para que el movimiento continúe. No desaparece esa especie de resistencia que nos impide ir con cierta soltura en nuestro día a día.

Escribiendo sobre estos temillas que relacionan la ciencia con las pequeñas cosas que componen nuestra vida, me ha venido a la mente Jesús llamando a sus apóstoles. Qué grupo tan curioso, qué panorama: el que quería llevar la voz cantante, el recaudador de impuestos, el rebelde zelote, los dos hermanos a los que llamaban “hijos del trueno” (menudos serían), el que le traicionó… Hombres sencillos, del pueblo, sin estudios ni formación teológica ninguna, con dificultades para comprender el mensaje de Jesús, con sus resistencias, sus dudas, sus ambiciones… Y, aunque Jesús sabía ya cómo era cada uno, imagino que “tirar” de ellos, y con ellos, sería tener que vencer muchos rozamientos estáticos y dinámicos, muchas cabezas duras, muchas comodidades, muchos miedos.

Le pasó lo mismo en su vida pública. Traer un mensaje tan rompedor como el suyo implicó chocar continuamente con las normas asentadas desde hacía tantos años, con las resistencias de algunos, las desconfianzas de otros y el poder de los que mandaban. Pero, es que, para cambiar las cosas, para romper con lo establecido, hay que poner en juego muchas energías y romper muchos rozamientos. ¿Cuesta? Pues sí. ¿Es mejor no meterse en líos que te despellejan por dentro y, en ocasiones, por fuera? Pues también. La vida es mucho más sencilla cuando ya uno ha aprendido a rodar sobre el suelo que pisa siempre. Pero nada cambia a base de quejas y lamentos. Hay que remangarse y luchar, contra lo estático y contra las dinámicas que llevan funcionando desde siempre.

Jesús lo entendió bien. Y arriesgó. Lo recordaremos en la Cuaresma, que ya está llegando. El mundo cambió gracias a Él, y puede seguir cambiando a mejor si empezamos a no conformarnos y movernos. Será difícil arrancar y mantener el movimiento nuevo que hayamos iniciado, nos diremos muchas veces que para qué meternos en tantos jaleos con lo tranquilos que estábamos… Pero, recordémoslo: somos seres provenientes de una evolución y no hubiéramos llegado hasta aquí sin vencer muchas etapas. Así que, rueda, muévete, no te resistas… no siempre funciona eso de fluir.