Que el viento y el Sol

me esculpan y acaricien mi alma

Que atraviesen mi carne

Que me rompan

Que me atrapen

Que me seduzcan y enloquezcan

Con manantiales de agua

Que deshagan

la madreselva        

El tejido inexistente

de mi telaraña

PARA SENTIRTE

La luz. ¡Qué constante en la vida de cada uno de nosotros!. Ya desde nuestros comienzos llamamos “dar a luz” a nacer, al encuentro con lo que va a ser nuestra existencia y nuestro tiempo aquí. Social y culturalmente concebimos su presencia desde siempre. Sin la luz no puedes distinguir nada de lo individual de cada ser ni tampoco la globalidad de todo lo que perciben tus sentidos. Seas o no creyente sabes que ya en el Génesis dice Dios “Sea la luz” para separarla de las tinieblas.

Iluminarse significa “alumbrarse, darse luz o bañarse de resplandor”. Y para esto es necesario haber estado un tiempo más o menos extenso, de una manera total o parcial, entre sombras. Eso es un aspecto importante a tener en cuenta. Nadie puede nacer a la luz sin haber transitado la oscuridad. El tiempo que hemos vivido en estos días pasados ha sido un tiempo guiado por la luz, alumbrando el camino de noche por medio de las estrellas para mostrar un camino transitado tantas veces, donde no hemos percibido la magnificencia de lo pequeño en nuestra vida cotidiana.

Pero también es dejarse ver, ser capaz de salir campo abierto para aquella luz que inunda todo llegue a ti también. Es, también, desear y disponerse para que la claridad embargue completamente nuestra mente nuestra emoción y nuestras acciones.

La luz guía a un pueblo que huye de la esclavitud como en su momento le ocurre al pueblo de Israel. Lo relevante es que le conduce, lo mismo que a ti,  de una manera intuitiva personal y profunda hacia espacios nuevos donde pueda vivir de otra forma. Donde pueda ser dueño de sí mismo y de su propia vida. “Donde seas dueño de ti mismo y te tu propia vida”. Este es el tiempo de la esperanza y la libertad renovada. Un tiempo, ahora, y un lugar, aquí, que debe ser un lugar bañado por la claridad y por la firmeza en la dirección a seguir.

Y lo interesante es que esto no aparece solamente en nuestra cultura, sino que en otras aparecen términos equivalentes al nuestro en relación con la iluminación como el concepto de “satori” proveniente del budismo zen que se plasma en aquella persona que ha sido despertada por la gracia para poder ver la esencia interna de todo lo creado y a si mismo en esa creación.

Aunque pase el tiempo, cuando alguien ha sido despertado por esa luz, esa experiencia le acompaña durante toda su vida. Cuando hemos disfrutado de la belleza, de esa luz calmada, reposada, esa experiencia marca para siempre. En 1872 Claude Monet pinta Impresión, sol naciente que dio nombre a todas una expresión y movimiento como fue el Impresionismo. El mismo autor en 1903 pinta el cuadro que te mostramos Efectos de la luz del Sol sobre la niebla en el Puente de Waterloo. Han pasado 31 años y aún reconoce, recuerda y trata de rememorar esos instantes de esplendor atenuado y profundo para la contemplación de todos y de sí mismo.

También esta es la verdadera clave de nuestro concepto de iluminación, la de recibir la luz del Sol como el agua donde se refleja. Llega cuando estamos preparados. No tiene que ver con nuestra propia voluntad. Es como si toda tu historia te estuviese preparando para llegar al fin por el que estás aquí: el encuentro de la verdadera felicidad que se encuentra en ti cuando se relaciona con otros, con el mundo.

Y cuando hemos sido iluminados por el amor la belleza interna de las cosas y la pasión por ser y por dar conectamos con muchas personas que han recibido el mismo don de la luz. Y reconocemos el calor y el sosiego que nos aporta porque ha abrigado nuestro frío y ha acariciado nuestra ansiedad.

PARA SENTIR

Te propongo un ejercicio que puedes ejercitar durante el tiempo; el que te parezca conveniente:

Siéntate e inspira lentamente. Siente el aire y déjate inundar por él. Haz una pausa en la respiración, ahora espiras, dejas salir todo el aíre poco a poco, sin prisas, te vas vaciando en cada espiración, vas soltando, dando espacio a la quietud.

Centra, ahora,  toda tu atención en la luz que vas a dejar que llene tu cuerpo, desde la cabeza a los pies. Es la luz y el calor de los que están siempre contigo, familiares , compañeros, la luz de los que te ayudan a seguir, a mantener la alegría, la energía. Y te centras en tu abdomen: desde allí, el centro de tus emociones, quieres ser luz para los demás. Eres portador y portadora de lo que has recibido .

Ahora coloca tus manos en forma de cuenco rodeando el ombligo. Los cuatro dedos de la mano izquierda, excepto el pulgar, sobre los cuatro dedos de la mano derecha, y los pulgares de las dos manos unidos por la punta.

Piensa en una persona que te transmita luz de una manera especial, y trata de recoger toda la fuerza, vitalidad, positividad y alegría que te trasmite, con las manos en esta posición para recoger toda ese fulgor.

Ahora haz presente alguien que hoy también la necesite y al que te gustaría hacérsela llegar. Suelta los pulgares, extendiéndolos hacia los lados en señal de donación para experimentar que solo podemos compartir la luz que llevamos dentro.

 Para terminar escucha esta canción:

*La imagen es Waterloo Bridge: Effect of Sunlight in the Fog de Claude Monet (1903), National Gallery of Canada, Ottawa, Canadá.

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