Tras las fiestas, celebraciones y regalos queda el regreso a lo que ya sabemos, a aquello que conocemos y nos devuelve a la rutina. Quizá hayamos hecho balance de lo que hicimos, de lo que quedó por hacer y de lo que definitivamente postergamos para mejor ocasión. ¿Con qué plan enfrentamos el nuevo año?
Desde la óptica del cuidado el foco no se pone en las muchas cosas que hacemos sino en el lugar interior desde el cual las pensamos, las sentimos y las realizamos. Incluso en los malos momentos hay esperanza de salida en medio de la oscuridad. Escribe Octavio Paz: “toda herida es una fuente”. A esa fuente remite el cuidado como cobijo de protección a partir del cual podemos seguir caminando a nuestro ritmo. Hallar nuestra fuente es una forma de estar en nuestro propio quicio, sin desquiciarnos, sin ir dando tumbos o siendo marionetas de otros. Encontrar una fuente sanadora es adentrarse en el camino de una autonomía personal saludable, que se sabe interdependiente con las demás personas, y al mismo tiempo capaz de vivir profundizando en la intensidad de lo humano, esto es, haciendo la vida mejorable y evitando hacer daño.
Cuidar nuestra raíz conlleva conectar con los verbos que dosifican los diversos ámbitos del cuidado. Cuando hablamos del cuidado de sí, tan necesario y urgente en el ámbito docente durante estos últimos años, estamos hablando de apreciarnos con honestidad sabiendo que en nuestra fragilidad somos barro precioso que hemos de conocer y reconocer a cada paso. El cuidado a los otros reclama ese dejar aparecer en el que el otro se manifiesta con lo que trae, con lo que es, y nos obliga a soltar expectativas, prejuicios y teorías. Porque la realidad está por encima de la idea. Y el cuidado del planeta, que no es sino nuestra casa común, está presidido por el verbo custodiar, puesto que la Tierra es el entramado ecológico que nos permite vivir. Al custodiar somos testigos de una responsabilidad anticipatoria que vela por la vida digna para las próximas generaciones.
En el ámbito educativo, cuidar nuestras raíces puede conducirnos a diversas iniciativas que podemos promover como docentes:
- Suscito la educación de los sentidos que conduzca al enamoramiento de la vida en toda su extensión, fomentando la capacidad de asombro y de admiración.
- Promuevo los valores más altos y que nos hacen mejores personas, aquellos que son fines en sí mismos y que no pueden reducirse a medios o instrumentos.
- Favorezco el reconocimiento de lo mucho recibido, en especial del amor que nos ha sostenido en nuestra infancia, y trato de que sea fuente de logro de lo mejor de nosotros mismos, en un salir hacia los demás y hacia la vida en plenitud.
- Dispongo de momentos en tutoría para proponer espacios y tiempos de silencio, que favorezcan el encuentro de cada uno consigo mismo. De esta manera se va cultivando el mundo interior y el aquietamiento en medio de la vorágine de la vida cotidiana.
- En tutoría planteamos el tema de la orientación vital, y no solo profesional, académica o laboral. Generamos conversaciones, en la medida de lo posible y según edades, sobre este asunto.
- Planteo prácticas de paseos en silencio con los ojos bien abiertos. Registramos en un cuaderno percepciones que vienen de los sentidos y que normalmente pasan desapercibidas. Los paseos pueden hacerse en el interior del centro educativo o fuera del mismo, convenientemente acompañados.
- Evito identificar ser con hacer. Cada alumno es mucho más de lo que hace, y conviene detectar el fondo de cada persona. Para ello debemos esforzarnos por no caer en el prejuicio ni en el estereotipo con nuestros propios alumnos.
- Genero confianza para comprendernos conectados con la vida en el marco local, planetario y universal.
- Planteo conversaciones sobre la vinculación entre necesidad de salto civilizacional que va de la conquista al cuidado a partir del salto interior que se expresa en la incorporación de una cierta mística del cuidado.
Con estos propósitos de año nuevo, que no forman parte de un inventario de tareas sino de un cofre repleto de regalos, os dejo en compañía de Valeria Castro y de su raíz, y de una pregunta que flota al escuchar este canto: ¿para ti en qué consiste cuidar tu raíz?