La gratitud es un sentimiento o actitud de reconocimiento de un beneficio que se ha recibido o se recibirá. Es una fortaleza personal tremendamente poderosa, tanto para la propia persona a nivel emocional, como para vivir en nuestro entorno a nivel relacional. La gratitud genera una forma positiva de relacionarnos con el entorno, con nosotros mismos y con los demás. La experiencia de gratitud va más allá de la persona y nos conecta con algo más elevado, amplio y permanente: con otras personas, con el futuro, la evolución, el universo, lo divino (Seligman y Peterson, 2004)[1]. La gratitud es una fortaleza personal que se concreta en lo siguiente:
- Ser consciente de los beneficios recibidos, sean materiales o inmateriales.
- Agradecer esos beneficios.
- Saber expresar agradecimiento.
A la luz de la Palabra
Hace más de dos mil años existió una mujer, María de Nazaret, quien, ante la incertidumbre generada por una propuesta de Dios que cambiará el rumbo de su existencia, fue capaz de acogerla como don, hacerla «carne de su carne» y darle vida. En este fragmento del evangelio de Lucas, comúnmente conocido como el Canto del Magníficat (Lc 1,46-55), María responde a Isabel con un canto de acción de gracias a Dios: él es el verdadero protagonista y el único digno de alabanza. María, que ha descubierto su don, se libera, compartiéndolo con toda la humanidad, plenificando su vida al hacerlo.
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
Actividad de reflexión inspiradora
Después de leer el Canto del Magníficat con atención, podemos proponer que los estudiantes contesten a las siguientes preguntas:
- ¿Qué don o regalo recibe María de Nazaret?
- ¿Quién es el emisor de ese don? ¿Qué acciones hace ese emisor?
- ¿Quién es la receptora de ese don? ¿Qué sentimientos expresa?
La finalidad de esta actividad es que los alumnos y alumnas sean capaces de comprender el significado de la gratitud a través del cántico de María y puedan reconocer esta fortaleza en su propia vida.
Siguiendo los pasos que concretan esta fortaleza, podemos ir más allá y realizar una propuesta de entrenamiento de la gratitud:
1 Soy consciente:
a) Piensa en aquellas cosas importantes que has recibido en la vida y que te han hecho crecer como persona.
b) Escribe las situaciones que te han beneficiado y por las que sientes gratitud.
2 Agradezco:
a) Ponemos en común las cosas más importantes por las que sentimos agradecimiento.
b) Busca las similitudes y analiza si algunas de esas cosas han sido fáciles o difíciles de vivir.
3 Comunico:
a) Elabora un agradecimiento por las cosas importantes de tu vida. No olvides a #laspersonasmásqueridas.
4 Transformamos:
La gratitud puede convertirse en una actitud transformadora de la realidad, pues sientes el impulso de compensar lo que has recibido ofreciendo lo mejor de ti a los demás. La finalidad de esta actividad es que seas consciente de los dones recibidos, que puedas experimentar y expresar la gratitud. ¿Te atreves a convertir esta gratitud en una actitud transformadora de la realidad? ¿Te animas a educar tu mirada y despertar tu sensibilidad a las necesidades del entorno?
Para profundizar
El Magníficat es el cántico que proclama María a Dios, es la alabanza de una mujer creyente. Y se titula así porque se le nombra con su primera palabra, que en el original es Μεγαλύνει (megalinei), traducido al latín por Magníficat: engrandece, alaba, proclama.
Si tomamos el primer capítulo del evangelio de Lucas encontraremos dos cánticos en paralelo: el cántico de María, el Magníficat (Lc 1,46-55) y el canto de Zacarías (el padre de Juan Bautista), el Benedictus (Lc 1,67-79). Ambos son receptores de un mensaje del ángel de Dios (forma literaria usada comúnmente en la antigüedad para narrar la manifestación divina). Sin embargo, María proclama su cántico antes de hacerse realidad el hecho anunciado, el nacimiento de su Hijo, mientras que Zacarías lo hace después de que se haga patente ese hecho, el nacimiento de Juan. Se subraya así la actitud creyente de María, que se lanza a dar gracias a Dios antes del nacimiento de Jesús porque confía en su palabra (Zacarías se quedará mudo porque desconfía del plan de Dios). El antecedente literario más próximo al Magníficat es el cántico de Ana en 1 Sam 2,1-10.
En el cántico de María, vemos algo muy típico de Lucas, esa dialéctica individuo-comunidad: un mensaje que en principio es solo para María producirá un beneficio para todos. Así es Dios. María canta a Dios no solo por lo que hace en ella, sino por lo que hace en la historia. El horizonte de esta acción es el pueblo, la comunidad. Dios actúa en María, pero no solo para ella.
El primer verbo del Magníficat (megalino ‘engrandecer’) está en presente. Aparte de este verbo, el resto de los verbos que aparecen en griego están en un tiempo llamado aoristo (sería nuestro pretérito perfecto), que puede tener varios significados (se utiliza aquí para hablar de una acción que comienza).
Interpretar el Magníficat es difícil, porque se trata de traducir la acción de Dios en la historia. Aunque aquí vemos que se ha optado por traducir todo en presente, la mejor manera de sacarle el jugo es entender estos verbos como acciones que comienzan en ese preciso momento: Dios se ha comprometido ya con la historia, pero aún no ha acabado su acción. María no verá acabada esta acción, el pueblo tampoco. Ahí se hace comprensible el mensaje de Jesús: el Reino de Dios ya ha comenzado, pero no se ha desarrollado del todo. Recuerda las bienaventuranzas: siguen existiendo pobres, hambrientos… el Reino de Dios no ha llegado en plenitud.
Lucas nos muestra además en el Magnificat un tema de su predilección: Dios se apiada de los pobres (Lc 6,20-26; 16,19-25). A pesar de la humildad y pobreza de la vida de María, Dios ha puesto su mirada en ella y por eso será llamada dichosa. Dios se sirve muchas veces de lo sencillo y humilde para hacer presente su salvación en la historia humana. Los que cuentan ante los ojos de Dios son los que pasan desapercibidos para los poderes de este mundo. Lucas nos invita a ponernos en sintonía con esta pedagogía de Dios y trabajar por un mundo distinto donde esta visión se haga realidad.[2]
Isabel Gómez Villalba
Docente e investigadora en la Universidad San Jorge. Centrada en la innovación educativa, investigo y diseño experiencias pedagógicas tanto para la integración y desarrollo de habilidades espirituales en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como en el estudio y la implementación de proyectos de aprendizaje–servicio.
[1] M. Seligman y C. Peterson, Character Strengths and Virtues: A Handbook and Classification, Oxford University Press, 2004.
[2] L. F. García-Viana, “Evangelio según san Lucas” en VV.AA., Comentario al Nuevo Testamento, La Casa de la Biblia, Madrid, 1995.