El liderazgo que cuida lo hace desde la óptica del servicio. Esa mirada exige prestar atención a las necesidades que van apareciendo, deconstruyendo manuales de intervención que se anclan en programaciones ya hechas.

Nos transmite un mensaje y un deseo:  genera una cultura del cuidado desde abajo. Ello supone cultivar en propia persona aquellos valores que cuidan y ponen la vida vivible en el centro. En este sentido, el liderazgo del servicio es aquel que deja a aparecer al otro tal y como es, y deja aparecer iniciativas, preguntas incómodas o propuestas de mejora. El servicio llama a hacer hueco, a dejar espacio, a posibilitar que lo nuevo nazca desde una actitud de asombro y de curiosidad.

Este tipo de liderazgo comporta una actitud que se gana sirviendo. Para servir hay que servir. El servicio huye de personas autoritarias tanto como de aquellas que son aparentemente muy abiertas y afables, pero que en el fondo entienden que no hay nada nuevo bajo el sol y que en su organización las cosas están bien tal y como están.

El liderazgo de servicio ha de dialogar con el poder y sus distintas formas de ejercerlo. El poder se ha construido históricamente desde una base vertical, masculina y de dominio. El servicio es el mejor antídoto contra el abuso de poder. Las relaciones asimétricas no han de ser necesariamente negativas. El liderazgo de servicio se sitúa en las antípodas del poder vertical y, sobre todo, de cualquier forma de superioridad moral o de aprovechamiento de la vulnerabilidad ajena. Por eso se trata de un liderazgo que debe trabajar su casa interior con intensidad. Desde fuera se confunde liderazgo de servicio con ser blando y no tener autoridad, precisamente cuando se confunde autoridad con ejercer autoritariamente el poder

Y llegamos al punto clave del liderazgo de servicio: la autoridad moral. Lo que pierde de poder ejecutivo lo gana en autoridad moral. Este tipo de autoridad no se otorga, se obtiene en la experiencia donde se verifica el tipo de liderazgo que una persona asume con los hechos. Al poder se llega, mientras que la autoridad moral te la otorgan los demás porque te has hecho creíble desarrollando ese tipo de autoridad.

El liderazgo de servicio es una suerte de compromiso en la creación de las mejores condiciones de vida para todo el cuerpo colectivo. Es un compromiso de justicia y al que uno se arroja con la red de la duda, porque lo seguro y lo cierto tienen mal acomodo en este tipo de liderazgo. Según Mounier “en la medida en que soy espectador destacado o interesado, me rodeo de certidumbres ventajosas; en la medida en que me comprometo, me introduzco en la oscuridad y en la apuesta”. Paradójicamente, esa oscuridad -lejos de ser ceguera- aporta lucidez ética en la convicción de que uno debe actuar poniendo el servicio por delante, aun a costa de equivocarse.

El mismo Mounier distingue entre éxito y testimonio. Quienes residen en el éxito “tienen prisa y utilizan tácticas de corto alcance”, mientras que quienes se orientan hacia el testimonio “ponen su confianza en el tiempo y en su fe”. Unos “son los propietarios de su causa. Los segundos son testigos de lo que les sobrepasa”. El liderazgo de servicio solo se puede comprender y vivir en clave de testimonio y de compromiso.

Desde el servicio el liderazgo trata de ser lo más horizontal posible de modo que pueda circular la autoridad. Promueve la visibilidad de los invisibles, alejados y aislados. Cuando el cuidado y el servicio entran en relación con el poder buscan los modos de recrear y democratizar la autoridad en la organización. Este hecho significa un mayor compromiso por parte de todos los sujetos afectados.

El liderazgo de servicio cuida desde el cuidado y no desde sucedáneos del cuidado que derivan en paternalismos indeseables. El servicio modela la relación. Todo poder se inscribe en el marco de una relación, de tal forma que el liderazgo de servicio se visibiliza en la forma de acompañar a personas y equipos.

A los profesionales que llegan a trabajar por vez primera en nuestro centro educativo, ¿cómo se les acompaña?  El liderazgo de servicio impulsa una red de acompañamiento que debe cultivarse en la humildad que le hace estar con los pies en la tierra, consciente de sus posibilidades y limitaciones. El humilde sabe que no sabe de todo, y reconoce que se equivoca pidiendo perdón.

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