Hoy quiero ir contra el viento
Que me reabra los poros
cegados por las palabras
Hoy quiero seguir viviendo
en las periferias del cosmos
y beberme las estrellas
y masticar los meteoritos
y salpicar a las galaxias
con las gotas de rocío.

Conoces el verbo impregnarse porque lo identificas desde el punto de vista físico cuando una sustancia, generalmente un líquido, puede inocularse en algo que es poroso. Resulta muy interesante esta acepción porque incluye a dos sujetos que tratan de fundirse, de mezclarse de comunicarse y de conformar una sustancia nueva. Y lo hacen porque se encuentran en el mismo espacio y tiempo. La parte líquida, la que fluye y necesita expandirse como forma de ser ella misma y el cuerpo sólido que está constituido por poros que necesitan ser llenados. Son espacios permeables para el encuentro.


Si lo trasladas a nuestro modo de relacionarnos y a la forma en que vivimos podemos aprender que también puede significar transmitir, transmitirnos algo: una manera de pensar, una forma de ser, un valor a otra persona que necesita esa inyección proyectiva en su propia vida.


Si lo piensas bien y tratas de pensar de qué te podrías impregnar pueden aparecer dos concepciones que reconocerás día a día en tus compañeros ,familia, amigos, en personas que tienen proyección social, cultural, política, religiosa e incluso, y esto es lo fascinante; en ti mismo.


Existen dos tipos de impregnación. Una es la que se refiere a valores ideales y que proviene de nuestra cultura platónica y su posterior asimilación cristiana referida a ese mundo donde existen ideas inmutables, perfectas y que son modelo de y para todo lo que existe. Y la segunda es la que tiene que ver con actitudes, sentimientos y contacto real con lo que vemos, olemos, escuchamos y tocamos: lo cotidiano. Ponte las gafas de ver y analiza conmigo.


La primera se identifica con aquellas personas que consideran que existen conceptos puros, permanentes y estáticos como la verdad, el bien y la belleza. Consideran que cada uno de nosotros participamos de alguna medida o podemos participar de eso que existe en otra esfera pero que sirve de referencia para mirar más allá de nuestras propias colinas y valles. Ese, llamemos, idealismo puede llevar a las personas a creer que lo que es puro solo puede existir de manera esencial fuera de nosotros.


En esta primera concepción de la vida está también la base de nuestra universalidad, de la necesidad que se deriva de la ontología misma, de que compartimos las mismas posibilidades de crecimiento y que los mismos referentes nos pueden servir, a todos como seres humanos, de paradigmas de nuestra propia vida.


De esta forma podemos soñar con una ética universal que nos hermane. Surgiría, entonces, la posibilidad de establecer las bases firmes de la convivencia y acabar con relativismo extremo que, en el fondo, es otra forma de manifestar el egocentrismo extremo. Pero, también el mayor peligro estará en no caer en el dogmatismo y en la creencia de la inutilidad del diálogo y de escucha con otros porque se considera que la realidad es obligatoriamente objetiva e inmóvil.


La segunda forma de ver tiene que ver con plantear que la esencia que nos hace ser personas no está fuera de nosotros sino que se incluye en nuestras propias células ya desde el momento en el que nacemos. En la que considera que el cambio es lo habitual y necesario por el paso inevitable del tiempo en cada uno de nosotros y en cada uno de los elementos que conforman la realidad existente. Cada uno de ellos tiene su propia esencia, su propia sustancia. Es inseparable por tanto el ideal que nos define del cuerpo que sustenta ese ideal. Este último no puede vivir sin la forma que lo hace ser humano y a su vez, eso que nos define, tiene que encarnarse en nuestra corporalidad de manera necesaria. Escuchar este planteamiento y hacerlo nuestro supondría impregnarse de otros y mezclarnos .Conformar, con todos, una realidad indisoluble.

Podría ser la base de la convivencia fraterna, de la multiculturalidad no definida no por la suma de las partes individuales que tiene cada una sino por la nueva forma de Ser. El cambio desde aquí es riqueza y una oportunidad para descubrir qué es accidental y qué es sustancial en tu vida.


El peligro está considerar, como los antiguas civilizaciones , que la Tierra es plana porque así la veo yo y no considerar que hay ríos, montañas, continentes más allá de nuestras fronteras personales.


El niño o la niña del cuadro Niño con paloma de Picasso, pintada por él en 1901 representa lo que se trata de explicar por las palabras pero necesita de imagen, en muchas ocasiones, para comprender. Observa la imagen. ¿Es el blanco de la paloma lo que impregna su vestido o son las manos acogedoras las que impregnan de serenidad y calma la mirada de la paloma. ¿Quién sostiene y quién es sostenido? ¿Quién impregna a quién?

PARA SENTIR
No sé si te has identificado más con una o con otra visión de las cosas del mundo e incluso de ti mismo pero quiero que sepas que las dos son necesarias para vivir. Que es necesario tocar tierra, impregnarte de otros anhelos, gritos, anhelos y sueños y sentir la brisa del aire que roza tu cuerpo, la mirada cálida de la persona que te ama, las manos amigas que te acarician y los brazos que ayudan también desprendidamente a otras personas . Pero también es fiundamental mirar al cielo, para que seas capaz de entender y creer que hay valores e ideas y presencia que nos trascienden, que no tuyas pero que también forman parte de ti. En definitiva te invito hoy a que te sientes, escuches esta canción y que consigas, es mi mayor deseo hoy para ti, honrar la vida, impregnarte de vida.

*La obra mencionada es Niño con paloma, de Pablo Picasso (1901), Qatar Museums Authority, Qatar.

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