El tiempo es esperanza

contenida en mil matices y desiertos.

Se desentiende del polvo

y coquetea con la nieve

la esperanza es el tiempo

donde me desvivo

entre las bambalinas y el proscenio.

Vivimos tiempos de desesperanza pero también son tiempos esperanzados. ¿Cómo puede convivir la desesperanza con la esperanza al mismo tiempo? Por la misma razón como que convive alegría y la tristeza, porque son necesarias la una para la otra. La esperanza es una espera activa de algo que ha de venir, crecemos intensamente, y constantemente me pregunto qué necesito para mi propia vida de una manera más o menos urgente.

Hablar de desesperanza en este momento es hablar de periodo de oscuridad que te ha tocado vivir en estos tres últimos años desde marzo de 2020. Por un lado te encontraste con la incertidumbre que supone no tener certezas de lo que va a ocurrir mañana. Esto ha forjado un carácter, una forma de pensar. Las seguridades han perdido forma. Antes eras capaz de pensar qué voy a hacer, dónde voy a ir, con qué personas me quiero reunir y qué lugares voy a frecuentar y eso, en algunos momentos se desvaneció. Por costumbre, tal y como siglos antes había intuido David Hume, habíamos imaginado que las cosas iban a ser como siempre habían sido solo por el hecho de que, hasta ahora, así había ocurrido. De pronto, tu modo de vida cotidiano  se vio afectado, determinado por situaciones que no controlabas, por acciones que no hablaban de ti pero que te tocaban de lleno.

Pero la incertidumbre también trae cosas positivas. Entre ellas, la capacidad de tener que improvisar según las circunstancias externas, la creatividad que nace del desierto. Seguro que has encontrado nuevas maneras para disfrutar del día a día, para relacionarte con tus amigos y para seguir sonriendo a pesar de todo. La incertidumbre también te hacía más consciente del amor tan profundo que sientes sobre las personas que te rodeaban y te rodean, de la necesidad del cuidado, de la responsabilidad que tenemos unos sobre otros.

Eres capaz de convivir con el dolor y con el placer, con la alegría y con la tristeza, con la desesperanza y con la esperanza.

La esperanza futura está llena de descubrimientos presentes y de experiencias pasadas:

  • El descubrimiento del hogar. Es un espacio en el que poder descansar, refugiarte. Ese lugar que se convirtió en un espacio íntimo para poder ser tú mismo. Tuviste que convivir entre las cuatro paredes de tu casa y pactar tiempos de soledad y tiempos de encuentro. Y allí sentiste en el cuerpo el calor de estar protegido, arropado y en un lugar seguro para ti. Supiste a ciencia cierta que si querías volver hacia ti mismo en algún momento solo tenías que cerrar la puerta y abrir la ventana para respirar en calma.
  • El descubrimiento del silencio que escuchaste en las calles desiertas, llenas de paz y recogimiento. También se hizo presente el silencio en medio de los ruidos de las luces y las sirenas de las ambulancias y la policía. Podías escuchar desde tu ventana hasta los ruidos de los cambios de los semáforos. Y allí te inundó la calidez de escuchar la hondura de la noche.  Descubriste que el ruido enmascaraba la vida profunda y silenciosa de nuestro corazón. Y que fueses a donde fueses en la vida querías volver escucharlo cada día, aunque fuese unos instantes.
  • El descubrimiento de la mirada en los demás, por encima de las mascarillas. Desde ahí intuiste sonrisas, desagrados, encuentros y desencuentros con tanta nitidez que bastaba fijar tu vista en las pupilas de la persona que tenías enfrente para ver más allá. Te miraste en los ojos sin sentir vergüenza y encontrando lenguajes nuevos en esos segundos compartidos y cómplices. De alguna forma eso se te quedó en tu manera de ser. Mirar siempre más allá de la superficie para atisbar lo más hondo.
  • El descubrimiento de la sencillez: y constataste que la vida puede ser más sencilla con menos cosas, con menos artilugios de distracción y que quizá todo pase por poder vivir el presente de cada momento, viviendo sin más, sin ninguna pretensión más que respirar y aceptar los acontecimientos de cada día y saborearlos y sacar la sustancia de cada uno de ellos. Seguramente para tu esperanza será uno de los ingredientes de la fórmula: vivir con menos es vivir con más.
  • El descubrimiento de la fragilidad: porque tuviste miedo y temiste por ti y por los tuyos. Y si conoces a alguien cercano que sufrió las dramáticas consecuencias de la enfermedad constataste que estamos hechos de incertidumbre y debilidad, que somos frágiles ante cualquier embestida en el tiempo y que vivir cada día se convierte en un regalo. No quieres que nunca se te olvide esto.
  • El descubrimiento de la solidaridad: te emocionaste viendo surgir lo más bello de los seres humanos ayudando a otros, personal sanitario, comerciantes, trabajadores esenciales, personas anónimas que se esforzaban en ayudar y en cuidar de los que más lo necesitaban. Viste donaciones de tiempo, bienes y dinero para tratar de paliar el dolor y la desesperación. De alguna forma quieres devolver todo el amor que has recibido. Esperanzado en un mundo fraterno y solidario donde tú también estés.
  • El descubrimiento del encuentro con el sentido: porque descubriste en el silencio, en la mirada, en la sencillez, en la fragilidad y en la solidaridad la presencia de Dios. En cada una de esas personas, situaciones e instantes de vida estaba Él, expandiendo la esperanza en cada uno de los encuentros y experiencias de cada uno de nosotros.

Por eso, aunque pasen muchos desiertos a lo largo de nuestra vida y se te vayan olvidando algunas de las sensaciones que tuviste a flor de piel en ti siempre permanecerá el anhelo de volver a sentir y ver con los ojos que has visto. En ti permanecerá la esperanza porque sentiste la oscuridad. Pero le viste la cara a la Vida.

El cuadro La alegría de vivir de Henri Matisse de 1906, tiempo también de incertidumbre y cambio, representa el mito de Arcadia, un país que todavía no existe donde habita la sencillez y el color y que funde a las personas con la naturaleza. En este lienzo se constata la esperanza de que “llegará” tal y como escuchabas en la canción propuesta  en el  verbo “despedirse”. Llegará la esperanza, sin duda.

PARA SENTIRTE

Pero no puedes desear nada que no haya vivido anteriormente por ti mismo, por eso te invito a que revivas y recuerdes aquellos momentos y sensaciones profundas que fueron fundamentales en tu vida y que necesitas que vuelvan a aparecer de una manera u otra, con fuerza, para continuar tu camino y proyectarte en un futuro de paz y serenidad.

PARA SENTIR

Mira a tu alrededor con ojos de posibilidades, con mirada amable y llena de alegría y ternura. Te propongo que contemples, a tu pareja, a tus hijos, a tus amigos, a tus compañeros de vida durante un tiempo, ojalá sea este infinito, con la mirada del amor profundo. Con la misma mirada con la que fuiste, eres y serás mirado por Él.

PARA ESCUCHAR

*La obra citada es La alegría de vivir, de Henri Matisse, Fundación Barnes, Philadelphia, Estados Unidos.

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