Te veo claramente en mi espejo

donde tu corazón despierta

entretejiendo el tiempo

de mis latidos en cadena

exprimiendo las caricias

entre tu alma y mi cuerpo.

Desconoces el trasfondo de la realidad que te rodea por todas partes, desde las cosas más grandes y los problemas sociales, políticos y económicos más generales, hasta los pequeños entresijos íntimos de las personas con las  que  rozas y respiras cada día.

Y sabes que, ante el desconocimiento y la superficialidad, existen tres opciones: una es negar la  evidencia, ni más ni menos, obviar su presencia y vivirla desde la creencia de la manipulación externa. Otra posibilidad que se te presenta en estas circunstancias es la de entenderla como una excepcionalidad, de tal forma que la disonancia entre lo que piensas y lo que vives desaparece. Y la última, que es a la que te invito hoy, es a aventurarte a conocer más allá de tus esquemas mentales y emocionales y más allá, incluso, de la cosmovisión antropológica de nuestro  tiempo.

Y en esta nueva mirada sobre la realidad de los otros observas y constatas que tú también formas parte de ella, que eres una parte  más de esa realidad  y te animo a que adviertas todo de lo que eres capaz de darte cuenta, de percibir, de sentir y de concebir del exterior de ti misma, está en ti, está y estaba desde un principio ya en ti.

Quizá la manera de conocer al otro es conocerte a ti mismo, tus propias pulsiones, tus pensamientos y tus emociones. Es necesario que hoy aceptes la vida, tu voluntad de vivir enteramente con todos los engranajes de tu ser. Que no apartes nada de ti, que contemples esos aspectos que están llenos de energía de expansión y de vida porque también son parte tuya .

Voy a proponerte una palabra nueva “inventada” y que acompaña a la llamada emoción. Es una palabra que trata de descubrir la verdadera emoción que se esconde tras la aparente emoción que muestras a los demás. Si la “e” de emoción transmite aquellas movimientos internos que cuando son consoladores transmiten paz y claridad y cuando son desoladores nos llevan a la confusión, a la inquietud y a la ansiedad, así la “in” de inmoción nos traslada a nosotros mismos. A conocerlos y reconocerlos. Y conocer sus nombres: puedes aceptar la tristeza, el miedo y la ira porque son el camino por el que hay que transitar para llegar a la alegría.

La tristeza te va a ayudar a algo muy importante que es asumir que no controlas todos los aspectos importantes de tu vida, a pedir ayuda y atención a otras personas. Conocer tu tristeza para ayudarte a entender la de los demás te va a hace a sentirte más cohesionado más entendido y menos solo. Y algo muy importante: te va a ofrecer la oportunidad de reintegrar, recolocar y asumir las nuevas situaciones que se presentan ante ti.

Conocer tu miedo te hará conocerte profundamente en lo que necesitas, lo que tratas de evitar porque lo consideras peligroso y te hará darte cuenta de las autolimitaciones que te pones cada día frente a la representación de cualquier estímulo externo. Te hará reconocer ese mismo miedo en los demás y te acercará a ellos.

Conocer tu ira te permitirá exteriorizar tu rechazo sobre las situaciones injustas, “los abusos que sufren las almas pacíficas” (1), la violencia injusta y reprobable que existe de una forma implícita o explícita en nuestro día a día. Y te hará soltar presión porque en definitiva lo que no explota acabado implosionando dentro de nosotros.

Y conocer estas emociones en ti será el camino para reconocerlas en los demás. A estas emociones conocidas y reconocidas por ti las llamo hoy “inmociones”. Y ojalá des un paso más: conocer los disfraces de estas “inmociones” y  saber que a veces la ira se disfraza de tristeza y sumisión, que la tristeza muchas veces se acalla y se maquilla con los ropajes de la alegría y que el miedo ha encontrado un refugio muy efectivo en él disfrazándose de ira. Si eres capaz de descubrir que tras tu tristeza hay ira, que tras tu alegría hay tristeza y que tras tu ira está el miedo entonces descubrirás algo muy importante: la única “inmoción” que no puede disfrazarse es la alegría.

Y es la alegría de conocerte,  sonreírte, aceptarte y amarte a la que te está llamando el óleo del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín en una de sus pinturas de la década de los 80, Madre con hijo. Mirar a los ojos. Descubrirnos en el otro y achicar los ojos para conocer con precisión, profundizar en los vericuetos del corazón propio y el de los demás.

Te deseo un viaje lleno de miradas y conocimiento.

 PARA SENTIRTE

¿Y si en este momento te sientas delante de un papel o incluso anotas en tu móvil en una nota de voz todos aquellas emociones internas,  aquellas  “inmociones” que aparecen a lo largo de tu día, de tus días, incluso de tus noches, en tus sueños y tratas de darles nombre e identificarlas como ira, tristeza, miedo, alegría? No te autocensures y sé capaz de escribir sin simulacros ni ambages las expresiones que salen tras aquellas verdaderas emociones, tus “inmociones” y, cuando las hayas escrito, léelas y acarícialas internamente desde la compasión y el amor profundo hacia ti mismo/a. Atrévete a conocer (2).

PARA SENTIR

Desde ese conocerte podrás reconocerte en los demás. Verás esas pulsiones, esas “inmociones” en las emociones y expresiones de los demás. Si has sido capaz de mirar las tuyas desde la ternura y la integración de todo lo que te compone, podrás a su vez recomponerte frente a ellas , tomar distancia y acercar orillas de entendimiento y fraternidad.

*La imagen es Mother with Child, de Oswaldo Guayasamín, Museo Oscar Niemeyer, Curitiba, Brasil.

  • (1) Parte del monólogo de Hamlet del escritor William Shakespeare.
  • (2)Sapere aude. Expresión del filósofo prusiano Immanuel Kant.

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