El civismo está relacionado con el sentimiento de comunidad. Las personas con esta fortaleza buscan el bien común más que su propio interés. El civismo conlleva una participación con la comunidad, una búsqueda de la igualdad y la cooperación, la cohesión social y el optimismo.
A la luz de la Palabra
La Biblia nos invita a cultivar el civismo desde lo esencial: el amor. El amor es la fuerza que da sentido, verdad y plenitud a la vida.
Esta centralidad del amor se arraiga, según la fe cristiana, en una realidad: Dios, el origen de toda la vida, es amor (1 Jn 4,8). Por lo tanto, amar a Dios es encontrar nuestro propio bien. Quien ama a Dios y se sabe amado por Él aprende a mirarse y cuidarse con verdadero amor. Quien ama a Dios sabe que no puede ser indiferente hacia los demás. La única postura humana ante cualquier persona es amarla.
Lo que se nos pide en la vida es amar, ahí está la clave. Luego, podremos sacar toda clase de conclusiones, pero lo esencial es vivir ante Dios y ante los demás en una actitud de amor. Como así lo vemos en el siguiente texto del Evangelio de Mateo, cuando le preguntan a Jesús de Nazaret.
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,36-40).
Actividad de reflexión inspiradora
Teniendo en cuenta estas enseñanzas de la Sagrada Escritura, podemos proponer a nuestro estudiantado que medite, debata y conteste: ¿Qué relación encuentras entre la fortaleza del civismo y el «mandamiento del amor» que propone Jesús? ¿Cuál sería el primer paso en tu vida para cultivar la fortaleza del civismo desde este enfoque bíblico?
Podemos poner en común las reflexiones personales y valorar la importancia de salir de nosotros mismos y abrirnos al encuentro con los demás. Ser sensibles a las necesidades de las personas de nuestro entorno, e invitar a los estudiantes a diseñar un plan de acción con posibles soluciones para dar respuesta a las necesidades detectadas.
Inspirados por el texto bíblico, procuramos que los estudiantes se posicionen en una actitud de apertura que facilite el encuentro con los demás. Desde esa profundidad personal podrán detectar esa conexión profunda y espiritual con el ser del otro. Esta conexión profunda y espiritual despierta la sensibilidad de los estudiantes hacia las necesidades del entorno, desde una mirada amorosa. De esa consciencia relacional brota un renovado compromiso social a la luz del Evangelio.
Este proceso reflexivo es una valiosa oportunidad para ir consolidando posibles proyectos de aprendizaje-servicio que estemos desarrollando desde las aulas. Y, lo más importante, estaremos facilitando una situación de aprendizaje en la que el estudiante ilumine su experiencia personal a la luz de la Palabra.
Conclusión
El civismo es una fortaleza relacionada con el interés social o sentimiento de comunidad. Los estudiantes son ya ciudadanos del presente, capaces de contribuir a la mejora de su entorno. Ser miembro activo de la comunidad, participar más en lo que nos rodea, hace que nos sintamos más realizados y que dotemos de un sentido nuestras vidas, aumentando nuestra conexión con las personas y el entorno que nos rodea. Educar la fortaleza del civismo en nuestros estudiantes es fomentar su sensibilidad ética y su capacidad de compromiso. Facilitamos de este modo que se conviertan en auténticos colaboradores de la Creación.
Isabel Gómez Villalba
Docente e investigadora en la Universidad San Jorge.
Centrada en la innovación educativa, investigo y diseño experiencias pedagógicas tanto para la integración y desarrollo de habilidades espirituales en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como en el estudio y la implementación de proyectos de aprendizaje–servicio.