A bocanadas me alimento

de fuego, ternura,

de viento,

de la frágil palabra,

de mi sexto sentido,

de mi hambre desesperada.

A bocados arranco

el tiempo

vaciando el silencio

de la nada.

Alimentarse significa “suministrarse lo necesario para subsistir y crecer”. Desde que naciste supiste de manera implícita y casi inconsciente que necesitabas el alimento para poder actuar e interactuar contigo mismo y con los demás. Desde ese momento, en el que viste la luz por primera vez, necesitaste nutrirte y la primera persona de la que conseguiste ese alimento fue tu madre. Tus labios conectaban, así, con su fuente primera, allí, en el exterior del vientre materno, creando corrientes de comuniones profundas.

Así descubriste que alimentarse es algo que pasa por sentirte ligado a alguien, por descubrir la generosidad inmensa que supone darse desde lo que se tiene, derramándose en los demás, para dar vida.

Te alimentaron de caricias, de calor, de ternura. Te alimentaste también de palabras que ibas incorporando a tu diccionario vital. Palabras que adquirían significado cada día, los “te quiero”, los “muy bien” o “muy mal”, los premios y los castigos, pero también del lenguaje que venía del cuerpo.

De las caricias y cuidados que recibiste mientras crecías. Poco a poco, en contacto contigo, sintiendo contigo, aprendieron a conocer qué es lo que necesitabas en cada momento.

Y así incorporaste también las sensaciones o sentidos que iban aproximándote a la vida, que te ponían en contacto con ella. Y supiste distinguir entre lo que llenaba de consuelo o de desconsuelo. Empezaste a salir de ti para entrar en el mundo de otros. Hiciste un aprendizaje esencial para poder sobrevivir en el mundo que había tocado habitar.

Y así te fuiste convirtiendo y transformando en la persona que eres hoy, aquella que estabas destinada a ser.

Pero vivir no es sobrevivir. Y entendiste esa frase de que “no solo de pan vive el hombre” y te diste cuenta, a lo largo de los años, de que, si hubieses sido plenamente consciente de todo ese bagaje emocional que llevabas ya incorporado en cada célula de tu cuerpo, hubieses echado mano de ese saber y algunas cosas se hubieran sucedido de una manera distinta en tu vida. Hubieses sido consciente del profundo amor del que estabas hecho y todas tus acciones habrían partido de esa actitud y experiencia. Pero no te agobies, aún hay tiempo, siempre hay tiempo de que “recuerdes”, de que vuelvas a tu instinto y tus certezas y te conectes contigo, te preguntes qué alimento necesitas hoy y preguntes por el de los demás.

El lienzo que acompaña el texto nos cuenta que el alimento es para todos, para todos los espíritus y que procede de una misma fuente radiante y luminosa que lo envuelve todo. Alimento que compartimos unos y otros en un territorio común y que sustenta nuestro cuerpo, nuestro espíritu y nuestra alma. Y, en ese lugar, donde confluyen todas nuestras inquietudes y necesidades, nos alimentamos entre todos, frente a la misma mesa del mundo, para que reconozcamos al otro en su individualidad y para que podamos ser lo mismo en torno a una misma esencia.

Por eso se hace hoy urgente que te alimentes de la vida, de todo lo que te hace crecer y hace que cada célula de tu cuerpo se sienta viva. Que te alimentes del amor de las personas que tienes a tu alrededor y de cada resplandor del sol, de cada bocanada de aire, de cada sonrisa, de cada encuentro, de cada libro, de cada imagen, de la mirada limpia del que te ve. Es tiempo de que alimentes cada día de eso que te da fuerza, de ese paseo, de ese desayuno en calma, ese caminar despacio contemplando el cielo, los árboles… de ver atardecer, de cenar o comer con las personas con las que convives; que te alimentes de una buena lectura en el sofá de tu casa mientras reina el silencio de tu alrededor; que te alimentes de una música que conecte con lo más profundo de ti, del ejercicio físico y de la sensaciones en el cuerpo después de haber hecho un esfuerzo gratificante. Todo esto te va a crear la necesidad de crecer por dentro, de fortalecer todos los órganos de tu cuerpo: el corazón para que sea capaz de reconocer los sentimientos y sostener el afecto y el desafecto y el cerebro para que sea capaz de discernir entre la necesidad y la apariencia.

Pero antes de todo esto tiene que surgir el hambre de ser tú, de sentir por ti. Solamente, así, llenándote tú primero podrás poner a disposición de otros lo que tú, antes, has necesitado. Es posible que no coman lo mismo, ni beban de los mismos lugares pero sí del mismo espíritu de búsqueda. Hay tanto hambre y tantos corazones que alimentar…

PARA SENTIRTE

Coge el álbum fotográfico o la galería de fotos que hace tiempo que no miras y recuerda a quienes te nutrieron con su vida para que seas hoy tú mismo. ¿Por qué no les preguntas de dónde les nacía la alegría, la fortaleza y la esperanza? Si escuchas con calma tu corazón seguro que puedes escuchar en él sus voces y sus respuestas.

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PARA SENTIR

Revisa tus contactos del teléfono, sé consciente de que alguna de las personas que están allí necesitan de tu caricia o de tu presencia. Estas dos semanas son para alimentarte para, así y solo así, poder alimentarlas.

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