La única y apasionante labor de todo docente no es más que “hilvanar futuros”, dotando a los alumnos y alumnas de las suficientes capacidades, destrezas, habilidades y valores para poder llenar sus vidas de sentido.
En educación, nada se improvisa ya que no enseñamos si no nos enseñamos; no aprenden si no nos aprenden, es decir, proyectamos lo que somos en aquello que hacemos, decimos o enseñamos.
Cada uno de nosotros, maestros o profesores hemos de cultivar y cuidar en nosotros este milenario oficio de la “costura” practicando la maestría de la aguja, manejando con soltura el arte del pespunte, la puntada, el sobrehilado y, lo que es más importante, conocer en profundidad nuestro estilo, nuestra marca personal y no soólo dejarnos deslumbrar por la fashion del momento, sino como decía Coco Chanel, creadora de su propia marca textil: «La moda pasa de moda, el estilo nunca, porque el estilo es una forma de decir quién eres, qué quieres expresar con lo que vistes y cómo vives; todo esto sin hablar».
Si preguntaran a nuestros alumnos y alumnas que definieran nuestra marca personal como profesores de Religión… ¿qué dirían de nosotros?
Momento de reflexión
Ojalá pudieran decir que:
- Somos unos apasionados de nuestra vocación.
- Existe una ecuación perfecta entre lo que decimos y vivimos.
- Nos creemos firmemente aquello que enseñamos.
- Nuestras clases son clases con “alma” porque compartimos experiencias vitales y esenciales de la vida.
- Somos personas convencidas y coherentes.
- Transmitimos algo especial al que algunos llaman luz, otros brillo, otros paz y alegría o fuerza interior, en definitiva, que marcamos diferencia
- …
Entonces sí, estaremos siendo reflejo de Aquel que nos mueve y nos sostiene por dentro: del Dios en el que creemos que es el Dios de Jesucristo. Esa debe de ser nuestra marca personal y nuestros alumnos y alumnas nos estarán aprendiendo, aprenderán nuestras actitudes, valores, estilos de vida, convencimientos, expectativas, creencias… ¡Qué importante es saber quiénes somos y qué estamos dispuestos a dejar traslucir en nuestra clase de Religión!
Hemos de cambiar el chip en nuestras aulas, provocando no tanto respuestas sino preguntas, momentos y espacios IN donde cada uno se encuentre consigo mismo , sean conscientes de lo que son y descubran hacia donde van y cuáles son sus anhelos más profundos.
Las clases de Religión son un verdadero taller de costura, donde nos toca perfilar al milímetro este arte de la aguja y el pespunte. Para ello necesitamos:
- Conocer el tipo y el tacto del tejido que tenemos entre las manos.
- Tener muy bien perfilado el modelo de prenda que queremos diseñar y para qué tipo de persona.
- Diseñar en un papel un pequeño boceto sobre aquel modelo que ya es una constante en nuestra mente y corazón, darle color y forma.
- Elaborar con esmero y exquisito cuidado patrones y modelos en papel de Manila.
- Enhebrar bien la aguja de la creatividad, la autoestima, el cariño y el efecto Pigmalión y utilizar la bobina de la paciencia, ternura y respeto al ritmo de cada uno.
- Aunque algunas veces nos toque de lleno practicar el preciso arte de zurcir historias difíciles; ahí es donde nos jugamos nuestra maestría con la aguja y el dedal, con el pespunte y el sobrehilado… solo con especial esmero y cuidado, con un exquisito respeto y cariño, con mucho tiempo y paciencia podremos ir diseñando el modelo de prenda que habíamos soñado e imprimirle ese estilo o marca personal del que habla Chanel. Difícil, pero apasionante este oficio de perfilar.
El profesor de Religión, el buen educador es el que sabe conjugar la maestría del zurcido y el arte de hilvanar con pequeños pespuntes día a día y clase a clase . Lo hace conectando aprendizajes, asociando experiencias positivas, realizando diversos y atractivos proyectos, aplicando diferentes Aps, compartiendo vivencias, saberes, realizando ejercicios in, haciéndolos artífices y protagonistas de sus propias vidas y de los «changes «del mundo y de la sociedad. Y todo esto va hilvanando futuro en la laboriosa tarea de educar.