Hemos entrado en un nuevo tiempo para la ERE, una nueva versión de la enseñanza de la religión. Algunos empiezan a llamarla Religión 3.0 como expresión de esta nueva etapa.
Tanto en el proceso como el resultado del currículo de la ERE, la Iglesia ha respondido a este desafío con alturas de miras porque ha dado respuesta a la urgencia de la reforma educativa, preparando el futuro de la enseñanza de la ERE en la escuela.
La ERE se ha enriquecido con la contribución entre las fuentes de la epistemología, la teología, la psicopedagogía y la sociología, fortaleciendo así la definición de la clase de Religión. La pedagogía de la Religión se ha abierto a dialogar con todo lo que actualmente está aconteciendo en la educación europea y nacional, con los cambios que están surgiendo dentro de la iglesia y con los desafíos de la sociedad del siglo XXI. Todo esto se ha integrado en la estructura y la forma que el ministerio de Educación había fijado para esta nueva reforma educativa. Esta apertura ha inspirado una actualización de los espacios que vertebran los aprendizajes de la ERE dando respuesta a los desafíos del momento presente.
La versión de la ERE del nuevo curriculum es una enseñanza de la Religión centrada en la formación integral del alumnado contribuyendo visiblemente al desarrollo integral de los alumnos y alumnas para crecer y construirse como personas en línea con nuestra antropología teológica cristiana. Esto contribuirá, sin lugar a dudas, a enriquecer al alumnado en su perfil de salida.
La nueva estructura de nuestro curriculum coincide con las demás áreas y materias , pero una de las grandes aportaciones y novedades específicas de nuestro currículo es que ha expresado su intención educativa en 6 competencias propias que se mantienen a lo largo de todas las etapas educativas. Hablo del:
- Desarrollo personal, el proyecto vital y de la dignidad humana: centrada en el crecimiento personal del alumnado, su libertad y responsabilidad, cuidando las experiencias de sentido. Esta competencia está vinculada con la competencia clave de la UE denominada personal, social y de aprender a aprender.
- Desarrollo social y relaciones en su entorno. Contribuye al desarrollo social del alumnado, sin descuidar la autonomía personal. Está vinculado con la competencia clave ciudadana de la UE de aprender a vivir con otros como condición y enriquecimiento del propio proyecto vital desarrollando habilidades de convivencia.
- Sensibilidad en la inclusión y la fraternidad. Complementa el desarrollo personal y social del alumnado subrayando la propuesta del mensaje cristiano del Reino de Dios como proyecto de plenitud para la vida humana. Esta competencia asume y culmina la competencia clave personal y la ciudadana de la UE.
- Interacción con el patrimonio social y cultural. Fortalece la acogida crítica del patrimonio cultural de nuestra historia y del presente, la comprensión de sus lenguajes, expresión de diversos lenguajes de las ideas y creencias propias. Está vinculada con la competencia de la UE que nos ayuda a comprender la historia de la humanidad, su legado y a participar creativamente en la diversidad cultural.
- Cuidado de la interioridad y la experiencia religiosa. Trata de cuidar el crecimiento interior de los alumnos y alumnas y contribuir al despertar espiritual y la experiencia religiosa. Se propone cultivar las preguntas existenciales y la búsqueda de respuestas para emprender proyectos vitales con sentido. Esta competencia está relacionada explícitamente con las competencias personal ciudadana y cultural de la UE.
- Jesús de Nazaret y la comunidad eclesial. Está centrada en ayudar al alumnado a tener una síntesis del mensaje cristiano reconociéndolo en la cultura y en la historia. Las aportaciones de esta competencia capacitan para el diálogo con las distintas racionalidades y saberes y contribuye al desarrollo de las competencias clave de la UE.
Todos estos aspectos han permitido que la clase de Religión no pierda el tren de la historia, sino que garantice la viabilidad de la enseñanza de la religión en futuros currículum todavía más competenciales y menos disciplinares.
El currículo de religión está preparando el futuro. Pero requiere profesores “a la altura de los tiempos”. Os invito a formarnos, abrirnos a este nuevo currículo y a la frescura que nos aporta, que no reproduzcamos sin más el pasado sino que seamos constructores del futuro con ternura, inclusión y justicia porque ese es el proyecto de las clases de Religión y ese es el proyecto de Dios. Lo podemos hacer y lo estamos haciendo. Adelante, que la ERE tiene futuro.