NUEVO CURSO, RENOVADAS ENERGÍAS

Cuando aún no nos hemos despedido de un curso en el que intentamos recoger enseñanzas de una pandemia que nos obligó a parar, pero que quizá no ha hecho cuestionarnos nuestro modo de habitar este mundo herido, nos acecha un nuevo año donde combinaremos como mejor podamos sueños y realidades. Lo importante será encontrar la energía necesaria para afrontar esta travesía en buena forma ética y espiritual.

Nos ponemos de nuevo en marcha, ajustamos apuntes y programaciones, buscamos un horario óptimo, adecuamos aulas y espacios y ponemos todo a punto. Preparar las cosas no es lo mismo que disponernos para este nuevo curso escolar. ¿La ética del cuidado nos podrá decir algo para este momento de reinicio?, ¿de qué manera la mística del cuidado acrecienta en nosotros una energía especial capaz de renovar fuerzas y encontrar nuevos caminos?

Saint Exupéry aconsejaba: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o reclutar tripulación, sino que primero hay que crear en la gente anhelo de mar libre y ancho”.

En este inicio del curso los reclamos de la LOMLOE, la atención a las nuevas programaciones y a los proyectos educativos en marcha copan nuestra cabeza y desgastan nuestra energía. Y, sin embargo, el autor de El Principito nos recuerda que el barco educativo que estamos construyendo con tanto trabajo y sacrificio, no solo se realiza actualizando las programaciones pasadas o revisando actividades. Es preciso comprender que el barco nos introduce en una travesía vital que hemos de convertir en inédita.

Con lo que llevamos encima aún podemos permitirnos encontrarnos con un anhelo profundo. La mística del cuidado conlleva vincularnos a esa persona que somos en profundidad, no en modo personaje. Y ahí brotan anhelos y esperanzas insospechadas. Anhelar es más que buscar, es desear algo con fuerza y tesón. Es insistir en lo nuevo y dejar de repetir lo ya sabido. En estos momentos, el anhelo del mar libre y ancho quizá es una invitación para escuchar la realidad y sumergirnos en ella desde el futuro que emerge. El anhelo no es lo que persigo, sino lo que abrazo o, mejor, aquello por lo que me dejo abrazar, me envuelve y devuelve a la vida con la batería vital cargada. Es un pozo espiritual.

Anhelar lo ancho y profundo es rebasar el estrecho campo de lo proyectado y lo sabido para adentrarnos, junto con nuestros alumnos y alumnas, en el mar ancho de los fines educativos que han de ser recreados a la luz de los acontecimientos que vivimos.  La ética del cuidado nace como disposición para que nazca lo nuevo que está por venir, no como aplicación de unas herramientas pedagógicas o didácticas, exclusivamente.

En el Pacto Global Educativo el papa Francisco insiste: “Si los espacios educativos hoy se ajustan a la lógica de la sustitución y de la repetición; y son incapaces de generar y mostrar nuevos horizontes en los que la hospitalidad, la solidaridad intergeneracional y el valor de la trascendencia construyan una nueva cultura, ¿no estaremos faltando a la cita con este momento histórico?”

La lógica repetitiva a veces es necesaria, pero en un mundo tan inestable y volátil como el que vivimos, lo de ayer ya es pieza de museo para nuestro hoy. Además de herramientas renovadas hemos de retomar una energía que nace del pozo de lo que ha de venir y hemos de ayudar a nacer. El anhelo no se contenta con la repetición, sino que busca hacer nuevas todas las cosas, y para ello necesitamos fuertes dosis de creatividad.  Este ejercicio supone apuntar a ser creadores de una nueva cultura del cuidado de la vida dentro de nuestro espacio escolar, frente a toda forma de abuso de poder y de violencia; o una cultura de la hospitalidad para que nadie se sienta extraño. El anhelo de mar profundo tiene concreciones que hemos de saber ir poniendo en el día a día educativo; no es sueño de idealistas ni abstracción ajena a la realidad.

Porque la realidad que vivimos es tan compleja y difícil de aceptar, a veces tan insoportable como el calor y la sequía que hemos experimentado este verano, entonces necesitamos una energía especial que brota del cuidado de lo vivo y que nos conecta con los valores que entretejen este mundo perforado con tantas roturas y agujeros. El cuidado que besa la justicia, la convivencia pacífica o la vida sobria, más allá de cumplimientos de leyes, nos conducen a un mar ancho y rico en vitaminas. Está en nuestra mano dotarnos de esta renovada energía.

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