Nuevo currículum de Religión
Es de obligado cumplimiento hacer referencia al nuevo currículum de Religión que hace tan solo un par de semanas salió a la luz, trayendo consigo frescura, posibilidad, esperanza y futuro.
Toda novedad conlleva cambios, desinstalación, salida de nuestra zona de confort; supone dedicarle tiempo de formación y preparación, aprendizajes, retos y proyectos nuevos, apertura de mente, creatividad y valentía para resetearnos ante estos desafíos que nos propone la nueva normativa educativa.
Ya lo decía Jesús a sus discípulos cuando se querían comparar con los seguidores de Juan que ayunaban y seguían la ley de Moisés, “nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que los odres revienten, y tanto el vino como los odres se pierden. A vino nuevo en odres nuevos” (Mt 9,14-17). De qué manera más sencilla les invitaba a cambiar la mente y el corazón, abriéndose a esa novedad que era más plena que la anterior. También a ti y a mí nos lanza esta misma invitación.
El currículo de Religión Católica ha tenido que adaptarse a los “odres nuevos” de la educación del siglo XXI, dialogando con el marco europeo de educación en sus competencias clave de 2018 e integrándose en su horizonte de 2025; dejándose interpelar por la sensibilidad de los objetivos de desarrollo sostenible y la ciudadanía global e intercultural; teniendo en cuenta la oportunidad de reinventar los futuros de la educación priorizando “el aprender a ser y a vivir con otros” y dejándose impregnar por los compromisos del Pacto Educativo Global, promovido por la Iglesia católica. Así mismo, subrayando la centralidad de la persona en los procesos educativos, la escucha de las nuevas generaciones, la acogida de todas las realidades personales y culturales, la promoción de la mujer, la responsabilidad de la familia, la educación para una nueva política y economía y el cuidado de la casa común. El currículum de Religión responde a los desafíos de la educación en este siglo XXI de una manera novedosa.
Pero, ¿cuál es, por tanto, la aportación del currículum de Religión al perfil de salida del alumnado? El artículo 9 de la LOMLOE nos dice: “El perfil de salida identifica y define, en conexión con los retos del siglo XXI, las competencias clave que se espera que los alumnos y alumnas hayan desarrollado al completar esta fase de su itinerario formativo(…). Parte de una visión a la vez estructural y funcional de las competencias clave, cuya adquisición por parte del alumnado se considera indispensable para su desarrollo personal, para resolver situaciones y problemas de los distintos ámbitos de su vida, para crear nuevas oportunidades de mejora, así como para lograr la continuidad de su itinerario formativo y facilitar y desarrollar su inserción y participación activa en la sociedad y en el cuidado de las personas, del entorno natural y del planeta. Se garantiza (…) dotar a cada alumno o alumna de las herramientas imprescindibles para que desarrolle un proyecto de vida personal, social y profesional satisfactorio. Dicho proyecto se constituye como el elemento articulador (…) que le permitirá afrontar con éxito los desafíos y los retos a los que habrá de enfrentarse para llevarlo a cabo”.
Es justamente aquí donde voy a poner la fuerza para pensar, creer y soñar que hay motivos para la esperanza, razones suficientes para decir que la asignatura de Religión católica es una de las asignaturas claves y esenciales para esa educación integral de la que nos habla la LOMLOE, donde se pone a la persona en centro de todo el sistema educativo. Me atrevería a decir más: el área de Religión aporta, enriquece, complementa y, sobre todo, dota a nuestros alumnos y alumnas de un plus en clave competencial de conocimientos, destrezas, actitudes a nivel personal, social, de sentido de la vida, con un desarrollo afectivo-emocional, cultural, ecológico, inclusivo, empático, relacional; llegando a que cada alumno o alumna sea el artífice en la construcción de su propia personalidad, su propia autonomía,;descubriendo y optando desde el discernimiento y la libertad por un proyecto vital y olfateando cuál es el lugar que Dios ocupa en todo este proceso.
Además, proporciona una serie de habilidades y destrezas que les ayudan a cuidar la relación que establecen con los otros, consigo mismo, por medio de la interioridad, con los más vulnerables de la sociedad, con el entorno, con la cultura y las tradiciones, con el cuidado de la casa común, su aportación al mundo y a la sociedad. Llegando de esta manera a desarrollar una persona totalmente autónoma, con sentido crítico, lejos de los vaivenes de esta sociedad líquida de la que nos habla Bauman y formando un ciudadano global en entornos locales.
Esto será lo que convertirá a la clase de Religión en imprescindible e insustituible. No será una asignatura que se tenga que ofertar por los acuerdos Iglesia-Estado que se tomaron en un momento histórico, ni por el derecho de las familias a elegir una educación religiosa para sus hijos e hijas, sino por la aportación y contribución que dota la enseñanza de la Religión al perfil de salida y que no está recogido en el perfil de salida básico. Este es un escenario nuevo que, si lo sabemos gestionar con audacia y coherencia, puede colocar a la enseñanza de la Religión católica en una nueva geografía de reconocimiento social, cívico y cultural en los próximos años. Quiero mirar al futuro con esperanza, saborear “el vino nuevo en odres nuevos”, concebirlo como posibilidad de acción, aportación y contribución esencial y existencial al perfil de salida de cada alumno o alumna que transite por nuestro sistema educativo y elija la asignatura de Religión. El currículum lleva impreso en su ADN motivos para la esperanza. Seamos creativos, innovadores y coherentes. ¡Atrevámonos a deleitar “con el buen sabor del nuevo vino” y que al final del proceso educativo puedan decir nuestros alumnos y alumnas, “ No pasé por la clase de Religión, sino la clase de Religión pasó por mí y se quedó en mí”!.