Ahora que el curso escolar está llegando a su fin es un momento muy interesante para tratar un tema de vital importancia en cualquier área curricular, también en la enseñanza religiosa escolar. Nos estamos refiriendo a la evaluación. Y es que de una óptima evaluación de los diversos procesos de enseñanza-aprendizaje dependerá el crecimiento educativo de todos los agentes que intervienen en un aula de Religión Católica. Profesorado, familias y alumnado entre otros.
Pero ¿por qué evaluar una asignatura tan especial, tan diferente? ¿Se puede evaluar la ERE como las demás áreas? Y, en caso afirmativo, ¿qué relación existe entre tecnología y evaluación?
En primer lugar, hemos de señalar que la asignatura de Religión Católica es igualmente evaluable como otras asignaturas. Todo aquello que no se evalúa se devalúa. Por tanto, es preciso efectuar una evaluación eficaz que constate parámetros objetivables de consecución de logros y metas, así como de los procesos de enseñanza, la pedagogía y también los recursos. No existe un solo tipo de evaluación al uso, sino que conviven en la escuela diversas clases de evaluaciones que nos facilitan datos e información referente a la dinámica o desarrollo natural de lo que educar religiosamente se refiere.
Sergio Calleja, coautor del proyecto FanFest de la Fundación Edelvives para la clase de Religión en Secundaria, decía recientemente que “a un alumno se le evalúa por amor, porque se le quiere”. Porque existe una serie de circunstancias a su alrededor que afectan a su aprendizaje y desarrollo personal que un maestro quiere potenciar para lograr que el alumno sea feliz. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación. Y como esa pretensión de felicidad y crecimiento está intrínsecamente presente en la identidad del profesor de Religión, la asignatura puede evaluarse como el resto de las áreas, pero teniendo una especial consideración afectiva, personal, profesional, vocacional y de fe. Porque el Mensaje transmitido, explicado y vivenciado no es un mensaje cualquiera, sino que está dotado de un cariz diferente por sus raíces, por su esencia.
Llevados al prisma digital, estos postulados merecen ser tenidos en cuenta porque las múltiples herramientas de las que disponemos en la actualidad para efectuar una evaluación eficaz nos ubican en distintas situaciones de partida o enfoques educativos para calibrar, calificar, reflexionar, ponderar o valorar muy diversos parámetros de la asignatura. Por tanto, es muy importante escoger el momento en que se evalúa (tiempos de evaluación) para emplear un recurso digital. Por ejemplo, no se obtienen los mismos resultados con una herramienta especializada en efectuar una evaluación inicial (generador de fichas, quizzes, vídeos interactivos…) en comparación con un recurso empleado en la realización de una evaluación formativa, enfocada en moldear estrategias de aprendizaje que nos indiquen y pongan en valor la idoneidad del itinerario escogido (auto test, Kahoot, GoogleForms, Rubistar…).
De igual modo, si el objetivo es realizar una evaluación que determine el grado de consecución que un alumno ha obtenido en relación con los objetivos o saberes fijados, el tiempo para llevarla a cabo será al final del proceso. Esta evaluación sumativa cuenta con innumerables recursos digitales de gran utilidad que, con un uso adecuado y unos conocimientos previos de su manejo, pueden convertirse en estrategias que se incorporen a la práctica docente de forma natural. La red, y más concretamente la web 2.0, nos presenta recursos variados para evaluar logros de aprendizaje muy atractivos y en constante renovación, pero también aplicaciones y herramientas bajo registro que se centran en parámetros de evaluación muy diversos (Socrative, cuestionarios online, Educaplay, Liveworksheets, Plickers…).
Sin embargo, un aspecto muy interesante de la evaluación con un enfoque digital es el de su capacidad para generar feedback casi de forma inmediata. Poder interactuar con los diversos agentes educativos es algo especialmente importante en la clase de Religión. El intercambio de saberes, informaciones, sentimientos, ideas, opiniones, sugerencias y las reacciones que todo ello trae consigo ponen en valor aún más si cabe la importancia de la tecnología como un recurso esencial dentro de la práctica educativa. Este hecho desmitifica de algún modo la creencia en que lo tecnológico deshumaniza, entre otras razones, por la falta de comunicación real o directa. Algo a todas luces erróneo dado el carácter eminentemente comunicativo y de interconexión que la práctica totalidad de los recursos educativos digitales evidencia.
En resumen, la enseñanza religiosa escolar no solo puede ser evaluada, en sus diferentes ámbitos, modalidades y tiempos, al mismo nivel que el resto de áreas, sino que la evaluación de la misma demuestra su dimensión más característica: el amor hacia el alumnado. Y es por ello que ha de emplear todo recurso a su alcance, motivo por el cual las herramientas TIC deben ser incorporadas de forma natural en su desarrollo. Por valiosas, por facilitadoras, por eficaces y por motivadoras. La escuela cambia, la educación cambia, la clase de religión cambia y, con ella, cambia también la forma de evaluar.