Tras las vivencias de la Navidad el próximo tiempo fuerte de la Iglesia es la Cuaresma y la Semana Santa. Si la pandemia que nos azota lo permite, en unos meses las calles de muchas ciudades de España se llenarán de procesiones llenas de cofrades con sus hábitos, sus escapularios, sus capirotes y sus instrumentos musicales intentando rememorar los últimos momentos de la Pasión de Nuestro Señor. Lo harán llevando imágenes a las que le han rezado miles de fieles, llenando la noche del humo del incienso que las mete en la penumbra y lo harán con la idea de manifestar públicamente la fe que profesan. Y ello hay arte, belleza y evangelización.
En las próximas entradas quiero hacer una reflexión sobre estas vivencias procesionales desde la teología de la belleza. Si buscamos en internet la expresión «teología cofrade» encontramos únicamente ocho entradas, y varias de ellas con coincidencia de palabras en diferentes frases. Esto quiere decir que se trata de un terreno inexplorado o, por lo menos, poco transitado. El eje vertebrador de estas reflexiones quiero que sean los elementos esenciales de una procesión penitencial de mi tierra, de Aragón, porque es la que conozco de primera mano y sobre la que puedo hablar con propiedad; pero espero que sirva para toda España, aunque hay que reconocer que en cada región se vive de una manera determinada.
Cuando los cofrades procesionamos por nuestra ciudad, estamos proclamando nuestra fe, haciendo vivir a los espectadores los misterios de la Pasión de Jesucristo y provocando un impacto visual con la belleza de nuestras imágenes; podemos afirmar que somos «evangelizadores de calle». Es en el terreno, también inhóspito de la vía pública, donde los cofrades desarrollamos nuestra actividad y es ahí también donde somos juzgados por nuestros conciudadanos. De lo que ven depende su convicción.
Pero todos los cofrades no salimos a la calle con las mismas actitudes ni realizamos la misma tarea en la procesión. Cada uno tomamos para nosotros mismos una misión concreta para realizar y, los que nos ven, se fijan en cómo desempeñamos aquello que se nos ha encomendado. Las reflexiones que siguen están estructuradas según los diferentes cometidos procesionales y mantienen el mismo orden procesional habitual en las cofradías zaragozanas. En esa evangelización callejera de la que hemos hablado, cada cofrade desde su puesto, realiza una pequeña teología que debe servir, y seguro que sirve, para aquellos que nos contemplan en la vía pública.