El amor
El amor es la fortaleza interpersonal que implica la capacidad de amar y ser amado. Nos permite tener profundas y valiosas relaciones con otras personas. Se consigue valorando las relaciones cercanas con otros seres humanos, facilitando el afecto y el cuidado mutuo. No se refiere a la noción de romanticismo de pareja, se trata de sentirse cercano y unido (religado) a otra persona de forma que ella también se sienta así respecto a nosotros.
El amor es una fortaleza personal que pertenece a la virtud de la humanidad. Algunas de las características de las personas que tienen esta fortaleza son:
- Valorar por encima de todas las cosas las relaciones íntimas con los demás.
- Sentirse felices al lado de las personas que más se quiere.
- Sacar energía del contacto emocional con los demás.
- Ocuparse y preocuparse por el resto de forma generosa sin esperar nada a cambio.
A la luz de la Palabra
No somos islas, sino que somos seres relacionales que vivimos una historia compartida de futuro, en la que el amor es fundamental y transformador. El texto bíblico que presentamos es el conocido «elogio» al amor de 1Cor 13.
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará. Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor (1 Cor 13).
El amor del que aquí habla san Pablo no es el amor eros (erótico, pasional) o el amor philia (amistad, familiar). El amor del que habla Pablo es el amor ágape, que ha sido derramado por el Espíritu en nuestros corazones (Rom 5,5). Un amor que se dirige conjuntamente a Dios y a las personas, nuestros hermanos y hermanas.
Actividad de reflexión inspirada
Podemos plantear en un primer momento un diálogo con los estudiantes sobre los tres tipos de amor mencionados (eros, philia y ágape) para captar sus matices diferenciadores. Posteriormente, podemos profundizar en la lectura meditativa proponiendo que compartan sus impresiones.
La finalidad de esta actividad es iluminar la fortaleza del amor a la luz de la Palabra de Dios:
- Sin amor, hasta las mejores cosas se reducen a la nada. Solo el verdadero amor incondicional, puro y desinteresado, hace que tengan valor todas las realidades y comportamientos de las personas.
- El amor es el manantial de todos los bienes. Ser fiel a este amor supone un comportamiento heroico. El verdadero amor es inseparable de la verdad.
- Este amor del que se han dicho cosas tan hermosas ¿es también algo imperfecto o perecedero como el resto de los carismas? Pablo responde de manera contundente: este amor permanece para siempre, no cambia. Incluso la fe se transformará en visión y la esperanza en cumplimiento. Solo el amor, que es capaz de transformarlo todo, no cambiará.
Para profundizar: teología del amor
«El amor es la realidad definitiva, la que explica la creación, la liberación… la que explica a Dios, la que quedará para siempre, cuando todo lo provisional haya terminado.
En la Iglesia hemos aplicado este texto al amor humano, al matrimonio… y está muy bien. Pero es apasionante aplicarlo a Dios: recitar esa descripción del amor – comprensivo, servicial, que no se irrita, no lleva cuentas del mal, que disculpa sin límites, cree sin límites- al amor que nuestro Padre nos tiene».»[1]
«El amor es la realidad definitiva, la que explica la creación, la liberación… la que explica a Dios, la que quedará para siempre, cuando todo lo provisional haya terminado.
En la Iglesia hemos aplicado este texto al amor humano, al matrimonio… y está muy bien. Pero es apasionante aplicarlo a Dios: recitar esa descripción del amor -comprensivo, servicial, que no se irrita, no lleva cuentas del mal, que disculpa sin límites, cree sin límites- al amor que nuestro Padre nos tiene»[1].
Isabel Gómez Villalba
Docente e investigadora en la Universidad San Jorge.
Centrada en la innovación educativa, investigo y diseño experiencias pedagógicas tanto para la integración y desarrollo de habilidades espirituales en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como en el estudio y la implementación de proyectos de aprendizaje–servicio.
[1] José Enrique Galarreta, S.J. en Fe adulta. Disponible la reflexión completa en: https://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/2156-jeremias-1-4-19-corintios-12-31-y-13-1-13.html