EL SALTO EVOLUTIVO QUE NOS PIDE EL CUIDADO

«¡Ah, ya cuidamos!», solemos decir cuando nos hablan del cuidado en la escuela. Y es verdad. Sabemos y tenemos experiencia de ser cuidados y de cuidar en las aulas. Y al mismo tiempo, cuando ahora llueve sobre nosotros la ola de cuidados que todo lo invade, a veces nos contentamos con que nos expliquen unas herramientas y dinámicas concretas para incorporar a esa voluminosa mochila didáctica que todo educador porta sobre sus espaldas. Pero me temo que no es eso… solamente.

El poder de lo concreto nos fusiona con ese día a día repleto de urgencias que hay que atender. Es preciso tomar cierta distancia de perspectiva para visualizar el cuidado desde un lugar interior nuevo y fresco, desde la fuente de todo aquello que hemos recibido, que se nos ha dado en forma de cariño, amor incondicional y confianza.

El cuidado requiere un doble salto evolutivo: uno personal y otro como especie humana. Ambos representan saltos hacia dentro de nosotros mismos. En primer lugar, es necesario adentrarse en la propia espesura de mi realidad personal, que lejos del «todopodismo» reinante («tú puedes con todo», «los límites te los pones tú» , etc.) más bien describe un mapa de fragilidades interconectadas: desde los cansancios de nuestra profesión, hasta el desgaste biológico o los desajustes emocionales que en el aula juegan malas pasadas. El cuidado se adentra en los pliegues de nuestra condición humana, y desde ahí nos aúpa para mirarnos con ternura y mirar al otro con respeto y reconocimiento. El cuidado se convierte en compañero de camino cuando le dejamos hueco en nuestra más honda interioridad.

Por otra parte, somos conscientes que como seres humanos hemos evolucionado biológicamente hasta llegar al tipo de especie biológica que hoy somos, en la que destaca la aparición de la inteligencia. En nuestros días se plantea el siguiente salto evolutivo de la especie humana en el plano del desarrollo biotecnológico, que nos convertirá en seres supra inteligentes: la robotización, la inteligencia artificial y el posthumanismo nos aventuran un nuevo salto hacia adelante. Un salto ligado al paradigma del progreso indefinido que puede conducirnos a la desaparición de la especie humana sobre la Tierra.

Acaso lo que la madre Tierra nos advierte es que el salto evolutivo que como especie hemos de dar, utilizando nuestra inteligencia que no solo es analítica sino que es sentiente, es evolucionar una vez más hacia adentro, intentando conectarnos con el mejor futuro que emerge de los escombros que estamos viviendo como civilización, que es el que nos ayudará a vivir en un planeta sostenible y habitable para las próximas generaciones.

El salto evolutivo precisa prestar atención y lucidez para decir ¡basta! a la cultura del éxito a cualquier precio. Urge poner diques de contención a ese progreso desbocado que destruye la naturaleza y coloca a la especie humana al borde del abismo y a nuestros alumnos les abandona en la intemperie de un futuro sombrío. Pero no basta contener y frenar; es preciso ir generando alternativas viables y germinales que alumbren otra civilización y otra educación posible, eso sí, desde esa convicción interior que alumbra el camino en medio de tanta niebla.

Al cuidado no se llega desde el voluntarismo de «tenemos que hacer esto», sino desde la convicción atesorada en nuestro corazón y en nuestra mente de que realmente o cuidamos o perecemos como especie humana, como bien dice Leonardo Boff. Pero esta advertencia nos puede dejar instalados en el miedo, cuando no, en el pánico. No se trata de eso. Cuidar es dejarse seducir por dos asombros: por el que produce que en toda grieta encontramos un resquicio de luz y por nuestra capacidad de conducirnos de forma alternativa a la costumbre del «siempre se ha hecho así».

Cuando en un colegio se implanta la cultura del cuidado para prevenir abusos sexuales, cuando se incorpora un marco ético de actuación basado en la promoción de valores, cuando se instauran procedimientos para perdonar y reconciliarse, cuando nos atrevemos a crear espacios pedagógicos interdepartamentales, no es solo por cuestión de aplicación de nuevas estructuras, procesos y herramientas actualizadas. Todo eso ha de nacer de un salto interior de cada docente y del centro educativo, propiciado por un cuidado que es motor y guía, y no solo palabra de moda o aplicación didáctica.

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