Los seres humanos de este siglo XXI vivimos en una era en la que todo lo que se hace u opina a nuestro alrededor tiene repercusión. Los cristianos, y más concretamente quienes nos dedicamos a la enseñanza religiosa escolar o la pastoral educativa, vemos en esta circunstancia una relación de causalidad en base a varios factores que analizaremos a continuación:
- Estamos informados de todo. Tenemos acceso a todo tipo de corrientes de opinión, sabemos de cualquier tema de forma inmediata porque los medios de comunicación social han avanzado hasta convertirse en verdaderos catalizadores de caudal informativo.
- Gozamos de multitud de mecanismos y artilugios tecnológicos que nos permiten un acceso más directo y sencillo a la información. Rara es la casuística de alguien que carezca voluntariamente de un televisor, una conexión a internet, un smartphone, tableta… En definitiva, casi nadie está aislado del exterior, a menos que esa sea su elección personal.
- Tenemos un grado de interacción personal muy elevado porque somos seres eminentemente sociales. Nos gusta rodearnos de otras personas para hablar, debatir, saber, opinar y, como consecuencia, entablamos múltiples canales comunicativos en los que escuchamos y somos escuchados. Oímos y nos hacemos oír.
- Se nos presentan diversas herramientas de comunicación específica que enfocan lo que pretendemos contar hacia un público determinado, de un modo determinado y con un lenguaje determinado. Es decir, podemos escoger qué informar, a quién informar y cómo informar en base a unos criterios subjetivos: de interés personal, de promoción del mensaje, de autopromoción…
En definitiva, al profesorado de Religión Católica y a todo agente de pastoral educativa le rodea todo un sinfín de posibilidades a nivel comunicativo que ha de saber aprovechar con vista a potenciar unos intereses definidos en virtud de nuestra definición como transmisores de un Mensaje muy concreto: el Evangelio. Entre ese elenco de posibilidades, las redes sociales cobran un protagonismo especial, en tanto en cuanto los destinatarios de ese Mensaje, manejan estos canales de forma habitual entre sí para todo tipo de dinámicas que se han convertido en cotidianas.
Así pues, un comunicador que se precie ha de tener unos mínimos conocimientos de algunas herramientas comunicativas. Y buen ejemplo de ello son las llamadas redes sociales de moda: Twitter, Facebook, Instagram, Tik-Tok, YouTube, WhatsApp… De un adecuado conocimiento de estos canales dependerá su uso razonable con fines comunicativos saludables, de interés. Y es que las redes sociales son altavoces muy potentes para llegar muy lejos y a muchas personas; sin embargo, hay que ser sumamente cuidadosos en lo que se dice y cómo se dice. No todo lo que se cuenta o no todo de lo que se informa cuenta con «carta blanca» para hacerlo. Por ejemplo, a la hora de transmitir cualquier tipo de mensaje, opinión o información, hemos de ser muy selectivos con la idoneidad de cada herramienta empleada: no es lo mismo un vídeo que una canción; un texto que una imagen. Pero también se ha de contar con el testimonio de vida de aquellos que quieran comunicar o crear opinión.
Y es en esto último donde surge la esencia del término influencer, entendiendo por ello a una persona cuya opinión, forma de afrontar las situaciones y manera de ser en sí misma afecta a otras personas que le toman como ejemplo en estas dimensiones a las que hemos aludido: ser, pensar, opinar, hacer. De ahí que, tomando como referente al mismo Jesús de Nazaret, el cristiano en general pueda considerarse un influencer en potencia, ya que su testimonio de vida ha de ser el indicado por el Evangelio. Y, dada esta premisa indispensable, que sea no solo interesante, sino hasta necesario que emplee toda herramienta a su alcance para llegar a otros con este modus vivendi con esta Buena Noticia. También con las redes sociales. Al igual que hasta hace no mucho se ha llegado con los medios de comunicación social tradicionales: prensa, radio, televisión.
El profesor de Religión Católica, el educador en la fe o el agente de pastoral educativa pueden ser influencers porque, desde un testimonio de vida en Cristo, presentan un horizonte de esperanza a aquellos que emplean la búsqueda de un mensaje como hábito pretendiendo encontrar algo que les llene, que les colme, que les toque en lo profundo del ser. Por más que lo hagan tras una pantalla u hojeando un diario.