Acabo de salir de misa y el sacerdote le ha pedido a los padres y abuelos que les digan a hijos y nietos que la fiesta de Halloween no es cristiana. Que nosotros tenemos otras tradiciones y no el mal gusto de disfrazarnos de muertos, zombis o espíritus malignos. Y ha añadido que nuestra religión es de Vida, de Esperanza y de Resurrección. La muerte es solo un paso hacia la vida en mayúsculas.
Me quedo con el segundo argumento porque es hermoso y además verdad. Aunque me es inevitable recordar cuantas veces “pecamos” de lo contrario. De recrearnos en las imágenes de un Jesús muerto y no resucitado. De una estética triste, oscura, misteriosa. Hasta nuestros santos, que celebramos hoy, tienen -muchos de ellos- cara triste. Por no decir aquellos que presiden nuestros altares con martirios de todas clases: escuálidos, demacrados, torturados, con estigmas, flechas clavadas o incluso pasados por la parrilla. Y si algo es común a la mayoría de nuestros santos, es que estaban llenos de vida y supieron contagiarla.
Además tampoco comparto el ataque permanente que muchos cristianos, de mitra, alba, chaqueta o vaqueros, lanzan contra esta fiesta que se ha infiltrado en nuestra cultura como una especie invasora que hay que erradicar de nuestro ecosistema. Los jóvenes la celebran porque es divertida, y nada más. No se plantean la temporalidad de nuestra existencia, la inexorabilidad de la muerte o la inconveniencia escenográfica contraria a nuestra tradición. Repito: disfrazarse de zombi es divertido. Y quien lo hace solo busca la diversión. Muchas veces como escape de una vida que, quizás, no sea precisamente luminosa.
Por concluir, creo que es bueno que en nuestras casas y en nuestras escuelas se celebre la Fiesta de Todos los Santos. Que nuestros hijos la celebren y la conozcan. Pero no podemos atraer atacando. No podemos enamorar despreciando. Como decía nuestro querido Papa Francisco: “la Iglesia no hace proselitismo. Crece más por atracción”.
Las reflexiones de Tuíno
RELIGIÓN DE COLORES
Ahora que estamos en Cuaresma y se acerca la Semana Santa, muchos se empeñan en decolorar la religión, en apagar las luces y potenciar la penumbra.