Estoy trabajando con mis alumnos de Física y Química del curso de 4º ESO un tema que, a mí personalmente, me apasiona: la estructura atómica. Y recurriendo a ejemplos cotidianos para tratarles de hacerles entender qué hace que cada átomo sea el que es, se me quedó grabada la siguiente pregunta: ¿soy yo capaz de decir quién soy? ¿Qué es lo que me hace ser quién soy y no otra persona? ¿Hay algo concreto, genuino, único en mí?
Empecemos por el principio. Trabajábamos en clase con los electrones, protones y neutrones. Para los ajenos al tema les resumo: todos ellos son partículas que se encuentran dentro del átomo. Los protones tienen carga positiva y se encuentran en una zona del núcleo llamada átomo, al igual que los neutrones, solo que estos últimos no tienen carga. Tanto los protones como los neutrones tienen mayor masa que los electrones, es por ello por lo que se dice que la masa del átomo es prácticamente la masa de su núcleo. Por otra parte, los electrones son partículas más pequeñas, tienen carga negativa y están fuera del núcleo, moviéndose en torno a él.
(Espero que, a estas alturas del texto, no se me hayan aburrido y decidan dejar de leer. Aguanten un poquitín más, por favor, solo un poquitín más).
Bien, llegados a este punto, tocaba hacer ejercicios con estos conceptos. Teníamos que averiguar, a partir de unos datos que nos daban, cuántos protones, neutrones y electrones tenían unos átomos concretos. En un momento dado, yo les dije:
«Los distintos elementos que existen están “determinados” por el número de protones. Así, el litio, por ejemplo, es el litio porque tiene 3 protones en su núcleo. Puede tener 3 electrones y ser neutro, o perder 1 electrón y quedarse con carga positiva, lo que se llamaría catión litio. Pero, en ambos casos, seguirá siendo litio. Sin embargo, si tocamos en su núcleo para alterar el número de protones, dejará de ser litio para ser otro elemento, ¿lo entendéis?».
(¿Siguen ahí? Ains, espero que sí. Ya voy al meollo, ya).
En ese instante me dije a mí misma: «¿lo entiendes tú, Almu? ¿Entiendes qué es aquello que hace de ti la persona que eres? ¿Qué hay intocable en el núcleo de tu vida, que da sentido y nombre a la persona que eres?». Y ahí me quedé, en la pregunta. Porque esta no es una pregunta que se resuelve con unos pocos de cálculos. Esta es una de esas preguntas «para toda la vida».
Me viene a la cabeza esa frase del evangelio de Mateo que dice: «…porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón». Esa frase me suscita la misma pregunta que me hago con el tema de los protones y el núcleo. ¿Dónde está mi corazón? ¿Dónde está lo esencial de mi vida? Y descubro que esa ha sido la gran pregunta que quizás Jesús ha venido haciéndome toda mi vida de seguimiento de Él: ¿quién eres tú? Ahí está la clave, la eterna búsqueda. Cuando uno se topa por fin con su núcleo, descubre qué ha venido a hacer a esto que llaman vida. Y entonces todo cobra su sentido. Entonces sí estamos listos para hacer de este mundo un lugar mejor para todos.
En ciencia, la pregunta «¿qué es esto?» ha marcado siempre el inicio de algo grande: un nuevo descubrimiento, una revelación, una nueva teoría, una nueva ley… Esa pregunta ha sido siempre el punto de partida de un viaje hacia lo que somos y hacia lo que lo demás (todo lo que nos rodea) es.
Quizás es el mismo viaje que esperaba comenzar el salmista al preguntar a Dios: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que le cuides?».