Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos» (Mt 19,14).
El cultivo de la inteligencia espiritual de nuestro alumnado no requiere que desarrollemos un gran concurso de medios, herramientas y programaciones. No se trata de proponer infinidad de recursos, sino de realizar experiencias de calidad. La obsesión por la cantidad de actividades va en detrimento de la calidad de los procesos. Lo que la educación de la inteligencia espiritual requiere de nosotros es una cuestión de actitud. En esto coinciden tanto los estudios sobre la inteligencia humana, como las pistas que descubrimos en el propio Evangelio. Conviene que reflexionemos brevemente sobre algunas características de la espiritualidad infantil, nos ayudará a mejorar nuestra perspectiva y a modelar nuestra actitud.
El niño desea saber el porqué y el para qué, más que el qué de las cosas. Le interesa comprender el proceso, la causa del proceso y, sobre todo, el fin del mismo. En ellos está latente la pregunta por la causa final. La mayoría de los analistas coinciden en relacionar la espiritualidad infantil con la búsqueda de sentido y de significado, con la conexión con los otros, con la naturaleza, con el mundo y con lo trascendente.
Los estudiosos de la espiritualidad infantil la conciben como una realidad dinámica y distinta de la de los adultos. La espiritualidad infantil no es consciente, no está pensada, pero no por ello es menos espiritualidad. No debemos caer en la tendencia de proyectar en los niños lo que vivimos los adultos en el ámbito espiritual. Tanto Gardner en el estudio de las demás tipologías de inteligencia, como Daniel A. Helminiak en el estudio de la espiritual[1], proponen unas fases de desarrollo que nos ayudan a comprender la dimensión espiritual en la infancia. El proceso educativo debe tener en cuenta que las inteligencias, también la espiritual, siguen una trayectoria evolutiva natural, por lo que tendremos que adaptar nuestras estrategias a las diferentes edades de nuestro alumnado.
Pero este proceso evolutivo no debe entenderse desde la perspectiva del todavía no, es decir, concebir la infancia como una fase provisional de la vida. Diferentes investigaciones[2] sobre la espiritualidad en la infancia muestran que es una etapa con entidad propia, que los niños son capaces de reflexionar sobre elementos religiosos y experimentarlos de maneras sorprendentes. La infancia es una etapa relevante de la historia personal de la que los adultos podemos aprender mucho.
«La pregunta que debemos formularnos cuando prestamos atención a la espiritualidad infantil es: ¿Cómo esta espiritualidad puede enriquecernos? ¿Qué podemos aprender de nuestros hijos? ¿Qué elementos de belleza y de verdad posee esta espiritualidad que, con el tiempo hemos perdido por el camino?»[3].
Un educador espiritualmente sensible será capaz de reconquistar este espíritu de la infancia, de reconocer y valorar todo lo que los niños pueden aportarnos desde su vivencia espiritual. Pensar que no podemos aprender nada de ellos es negarles nuestro reconocimiento como interlocutores capaces de hacernos recapacitar; por lo tanto, si no existe interlocutor, deja de existir el diálogo.
Reconocer a alguien es acogerle en nuestro interior. El niño necesita un entorno de acogida para poder desarrollar armónicamente todas sus dimensiones, un ambiente en el que pueda desplegar su potencial, un entorno que active y dinamice sus distintas inteligencias. Si queremos activar la inteligencia espiritual en la clase de Religión deberíamos procurar crear un ambiente de confianza donde el niño revele lo que piensa, lo que siente, abra su profundidad. Deberíamos dejarle terreno para que se exprese y autodetermine, sin emitir juicios valorativos por nuestra parte. Ceder este espacio es el medio esencial para descubrir cuáles son sus fines interiores. Cada niño recorrerá su propio camino, a nosotros nos corresponde acompañarle y ayudarle a descubrir y activar su espiritualidad. En este acompañamiento es fundamental el amor y el respeto.
Isabel Gómez Villalba
Docente e investigadora en la Universidad San Jorge.
Centrada en la innovación educativa, investigo y diseño experiencias pedagógicas tanto para la integración y desarrollo de habilidades espirituales en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como en el estudio y la implementación de proyectos de aprendizaje–servicio.
[1] D. A. Helminiak, Spiritual Development: An Interdisciplinary Study, Loyola University Press, Chicago, 1987.
[2] Podemos acercarnos a estas investigaciones a través de International Journal of Children’s Spirituality, es la revista oficial de la International Association for Children’s Spirituality. Esta asociación busca promover y apoyar la investigación y la práctica en relación con la espiritualidad de los niños, tanto en el mundo educativo como en otros ámbitos más amplios relacionados con el cuidado y el bienestar infantil. Podemos visitar su web oficial en: http://www.childrenspirituality.org/ (consultado el 26/07/2021).
[3] F. Torralba, Inteligencia espiritual en los niños, Plataforma, Barcelona, 2012, página 154.