Nuestra religión, con más de 2.000 años de historia, lleva demasiado tiempo usando las mismas imágenes. No solo las representadas, sino las sugeridas. Seguimos hablando de pastores, pescadores, carpinteros, espigas, ovejas… y un numeroso conjunto de palabras que, a muchos de nuestros jóvenes, no les dicen nada. No entienden el mensaje porque no entienden las imágenes que deben generar en su mente las ideas que lo acompañan. Para las nuevas generaciones es muy necesario actualizar ese lenguaje visual sugerido y adaptarlo a su realidad.
Pero es que, además, en la imagen explícita, en la gráfica y visual: esculturas, pinturas, orfebrería, cartelera, cine, etc. seguimos utilizando en gran medida la iconografía tradicional. Muchas veces de una estética renacentista, románica o barroca, paleocristiana o bizantina y –pocas veces– contemporánea.
En muchos casos se piensa que la dignidad de lo representado requiere de una elegancia más clásica que aborde el asunto conforme a la tradición. Como si la actualización iconográfica, de los atributos o del entorno escenográfico, corriese el peligro de dañar el mensaje o, lo que es peor, al mensajero o representado.
Pongo un ejemplo. A la Virgen se la debe representar con una belleza atemporal, con un manto impecable, con una pose elegante y dulzura expresiva. Flotando en un cielo dorado rodeada de querubines de mofletes sonrosados. Se permite incluso montarla con delicadeza sobre el regazo de un burro sano y limpio, acompañada –en este caso– de su fiel esposo y en un entorno natural de vegetación mediterránea. Representar a la virgen hoy en un barrio pobre, vestida con unos vaqueros, con un pearcing y unas chanclas, enseñando barriguita, subida en la parte de atrás de un scooter… con mirada clara y sonrisa limpia, podría considerarse para algunos incluso cercano a la herejía. Y, sin embargo, creo que sería una imagen muy hermosa que realzaría sus atributos de sencillez y pobreza, y que estaría más cercana a la María de Nazaret.
Es necesario en las escuelas encontrar y difundir otras imágenes alternativas a las tradicionales. Pero, ¿existen?
Como respuesta debo decir que está surgiendo una generación de artistas gráficos que, gracias a la publicación de sus creaciones a través de redes sociales, está consiguiendo cambiar poco a poco esta tendencia, dibujando o ilustrando con mucho acierto y diversidad el Evangelio.
Estad atentos a este nombre que aglutina a muchos de ellos: «el soplo ilustrado». Seguro que, tarde o temprano oiréis hablar de ellos.