Me asomo con gratitud y humildad ante el inmenso trabajo que estáis realizando tantos educadores en un curso escolar bien difícil. El título de este blog que hoy iniciamos entre tú y yo se llama cuiDARnos. De eso sabéis mucho cada profesional de la educación que se ha venido desgastando, entre cuidados, para que el curso siguiera adelante a pesar de los pesares, a veces haciendo de tripas corazón, pero con la mente puesta en que esto pasará y que vendrán tiempos mejores. Ojalá.

Y, sin embargo, el hecho de que en tiempos de pandemia vuestra labor se considere propia del ejercicio de los cuidados esenciales no es casualidad, ni solo es un cartel para este tiempo extraordinario. Educar es cuidar y educar es cuidarnos entre nosotros y a la casa común. El cuidado es el gran aprendizaje en tiempos de pandemia y, especialmente, es el gran desafío para transformar nuestro mundo frío, áspero y tan injusto en un mundo más compasivo.

En este blog te propongo que vayamos conversando sobre las distintas vertientes del cuidado, sus fuentes y sus ámbitos, sus ventanas y sus afluentes. Que nos asomemos al cuidado como eje sobre el que podamos recrear la educación del futuro, para que las nuevas generaciones puedan heredar un planeta digno de ser habitado y una vida digna de ser vivida.

Cuidar no es una moda pasajera en tiempos de susto global. Constituye una opción fundamental en un momento donde nos estamos jugando nuestro futuro como humanidad. O cuidamos o perecemos, suele decir Leonardo Boff. Por responsabilidad, cuidemos. De las decisiones que tomemos ahora depende lo que seamos mañana. Para Erich Fromm la esencia del ser humano no es ni la bondad ni la maldad, sino la posibilidad y la necesidad de elegir.  Y desde la educación se nos plantea esa necesidad de tomar las decisiones más adecuadas en este tiempo tan especial.

Resulta apasionante comprobar cómo desde el cuidado y desde las decisiones que adoptemos en relación a él, quedan afectadas cuestiones tan aparentemente distintas como, por ejemplo, el replanteamiento de las finalidades educativas y la distribución de espacios en el colegio, el necesario tiempo de silencio y el compromiso ecosocial, la resignificación de las tutorías y la creatividad para enfrentar los conflictos, el cuidado de la palabra y la inclusión de la diversidad existente en nuestros colegios. Todo está conectado, como expresa repetidas veces el papa Francisco en Laudato Si. Y la conexión de todo lo real tiene en el cuidado un vínculo magnético.

Por otra parte, nuestro hacer está relacionado con las pasividades que nos constituyen como personas. Cuidar es un don: el don de cuidar, y ese don nace como experiencia de que los cuidados recibidos en nuestra historia constituyen un regalo tan extraordinario que nos hace ser las personas que somos y tira de nosotros mostrando esa parte más paciente, más entrañable, más cuidadosa. No es esfuerzo nuestro, solo; es regalo recibido y que ha fructificado.

Probablemente, mucho de lo que aquí puedas leer sea reflejo de lo que ya estás haciendo en el aula desde hace mucho tiempo, menos tiempo o poco tiempo. Igual da.  Solo te pido permiso para entrar en conversación contigo y que juntos podamos explorar los caminos que el cuidado pone a nuestra disposición como educadores. Puede que merezca la pena.

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