IDENTIDAD DE LA ESCUELA CRISTIANA
Por Xosé Manuel Domínguez Prieto
1. IDEALES EN LA ESCUELA CRISTIANA
1.1. Propuesta de ideales y convicciones en una Escuela cristiana
Todo médico está convencido de que merece la pena estudiar, y dedicar energías y tiempo a curar enfermos. Un músico cree que merece la pena dedicar su tiempo y su creatividad a hacer música; un profesor actúa convencido de que su esfuerzo y su tiempo están dedicados a acompañar a personas en su crecimiento personal. Y si las convicciones son lo que nos mueven a las personas, más allá de impulsos y motivos, lo mismo ocurre con las organizaciones e instituciones. Sólo perviven cuando tienen un para qué en el que creen, un sentido que les mueve. De lo contrario, decaen y mueren.
Exactamente lo mismo le ocurre a la Escuela cristiana: está convencido de que su tarea merece la pena, enriquece a las personas. Y cree que su propuesta cristiana es enriquecedora, válida. Y lo hace apoyado en razones. En todo caso, es absurdo pretender la asepsia. Todo el mundo educa desde ciertos parámetros: desde cierta concepción de la persona (la persona como inteligencia amaestrable y adiestrable, la persona como pieza del mercado laboral, la persona como consumidor, como mero cuerpo, como cuerpo y espíritu, o la persona como ser digno por sí mismo), desde cierta concepción de la educación (lúdica, informativa, tituladora, habilitadora, personalizadora).
No existe la asepsia tampoco en las asignaturas. Por eso, hay que repensar desde las categorías cristianas cómo son nuestras clases de biología, de historia, de ética, de filosofía, de sociales, de psicología, no vayamos a contradecir en los contenidos lo que afirmamos en el ideario.
Todo el mundo toma una postura: hay que ser conscientes de cuál es nuestra cosmovisión de fondo. Especialmente en el ámbito de las humanidades, pero también en ciencias: ¿por qué enseñamos geometría plana y no curva? ¿Por qué enseñamos mecánica y no óptica? ¿Por qué escogemos un texto y no otro? Todos necesitamos estar en algún sitio, en alguna postura. Lo honesto es reconocerla y desde ahí tratar de acercarse al conocimiento de la realidad. No es esto ideologizar, (pues la ideología ignora la realidad) sino el reconocimiento de que todo conocimiento parte de convicciones previas de carácter fiducial y axiológico. Todos partimos de unos esquemas previos que nos orientan. No tomar postura sería realizar, por omisión, la postura de la mentalidad dominante.
Por tanto, la Escuela cristiana no puede ser indiferente ni pasiva. Pero tampoco crispada ni violenta.
Hay algunas instituciones educativas cristianas que en ocasiones son, en lo referente a los ideales, pasivas y tibias cuando, por evitar conflictos o confrontaciones, por gustar a todos sin molestar a nadie o por captar más alumnos, no defiende de modo claro ningún ideal cristiano, no cree mucho en él, o no sabe justificarlo (por fideísmo) o porque, en realidad, carece de identidad cristiana. Sin embargo, carecer de identidad no permite el pluralismo. Flaco favor le hace a una sociedad adulta y democrática el ‘descafeinamiento’ en la identidad de algunos centros educativos cristianos. No puede haber diálogo con los diferentes y enriquecimiento en el diálogo si no hay identidad. Para dialogar y enriquecerse, no sólo no hay que disolver o diluir la propia identidad sino afirmarla, porque sólo existe en el encuentro y enriquecimiento de las diferencias si realmente cada uno mantiene su postura nítida, aunque dialogante y abierta.
1.2. ¿Cuáles son los ideales concretos de la Escuela cristiana?
Las libertades y derechos de primera generación (especialmente la libertad de pensamiento, de creencia) y la tolerancia garantizan que cualquiera pueda proponer sus ideas. Por tanto, con pleno derecho, la Escuela cristiana puede hacer propuestas de ideales cristianos, de modo de vida cristianos. No sólo está autorizada a proponer buenos medios pedagógicos (multilingüismo, inteligencias múltiples, TIC’s, diversas innovaciones) sino, sobre todo, proponer fines, que es lo propio del reino de los humanos. Una Escuela cristiana no puede, por tanto, limitarse a un uso instrumental de la razón, sino proponer ideales.
a. El ideal último que propone la Escuela cristiana es Cristo y el Evangelio. Su kerigma básico es sencillo: Dios me ama, soy digno. Dios ama a cada persona, por lo que toda persona es digna y es mi hermano. He de amar al prójimo. Mi felicidad es posible, está en Dios. Estos ideales es el pórtico del Evangelio y la EC puede y debe proponerlo con claridad. Ahora bien, esta propuesta no debe proponerse en oposición a otros modos de vida ideal, a otros que encuentren su plenitud en otras creencias y valores. Además, podemos coincidir con ellos en los modos de realizar nuestros distintos ideales: la familia, la investigación, la acción social, la educación. En el ámbito de los ideales, de los amores, las creencias y las esperanzas, no puedo exigir nada de nadie ni objetar. Sólo proponer.
b. Pero en el ámbito de lo justo, de lo humano, la Escuela cristiana si puede discutir y exigir: si alguien cree que, en función de sus creencias, alguien puede estar privado de la vida o de su dignidad por su raza, sexo o procedencia, ahí sí puedo combatir y exigir, porque son unos mínimos éticos, basados en la razón y en la propia estructura de la persona, que no son discutibles si queremos un mundo humano. Se trata de los derechos humanos: los de primera generación, (derecho a la vida, a las libertades), los de segunda generación (derechos económicos, sociales, culturales) y los de tercera generación (medio ambiente, ecológicos, paz, derecho a la intimidad). Estos mínimos comunes, que también encuentran su arraigo en el Evangelio (esta es una gran ventaja), son argumentables y exigibles porque son los que permiten una vida digna y una sociedad humana.
En conclusión, la Escuela cristiana se sitúa en una doble obligación: proponer con nitidez su ideal de vida, al que invita, y exigir la justicia, el respeto, los derechos y libertades de las personas como fundamentos de toda convivencia, sabiendo que también estos derechos y libertades tienen su fundamento en el Evangelio. No se puede olvidar que tanto la Revolución francesa como la Revolución Americana proponen valores que, aunque secularizados, proceden directamente del Evangelio y que nuestra propia cultura y valores occidentales siguen siendo de tradición cristiana.
2. PARÁMETROS EDUCATIVOS DE LA ESCUELA CRISTIANA EN UN CONTEXTO SOCIAL LAICO
2.1. Razonable
El cristianismo es una religión razonable. Ya la primera carta de San Pedro exhortaba a los cristianos a dar razón de su esperanza a todos los que lo pidieran.
Ya desde la patrística se enunciaban dos principios clave: Crede ut intelligas, intellige ut credas: cree para entender, entiende para creer. Para el cristiano, la fe le lleva a dar de sí la razón, y la razón le lleva a la fe, porque la fe cristiana es razonable, ya que se ofrece como propio de una persona en su integridad, por tanto, también con su razón. El cristianismo se siente cómodo en el ámbito de la razón, de ahí que toda plasmación de la fe debe ser razonable y dar razones. En esto se basa la posibilidad de fundamentar racionalmente lo que se descubre por fe.
La razón no va contra las convicciones. Pero la razón tiene dos enemigos extremos: El racionalismo extremo, que niega todo elemento fiducial, es tan erróneo como el fideísmo, que niega la utilidad de la razón, porque ambos niegan lo que es la persona. Ya Ortega, con su raciovitalismo, mostraba cómo todos necesitamos tener unas ideas pero también estar sustentado por ideales, por creencias. Es su famosa distinción entre ‘ideas y creencias’.
Es más, la mayor parte de lo que creemos conocer lo sabemos por fe en aquellos que nos lo han explicado, apoyado en la credibilidad que nos merecen. También la ciencia. Y la ciencia misma también se basa en convicciones previas, en hipótesis previas, que epistemológicamente son metacientíficas.
De este modo, una Escuela cristiana ha de hacer el esfuerzo de dar razones, entendibles por todos, de la propia propuesta. Quien no lo hace así es un fideísta (aquel que afirma que basta la fe para el conocimiento y que no es necesaria la razón para el conocimiento de la verdad) o un fundamentalista, que es aquella postura religiosa o ideológica que promueve la interpretación literal de los textos sagrados o fundacionales, sin tener en cuenta el contexto, de modo rígido.
La Escuela cristiana, por ser cristiana, no puede renunciar a dar razones de sus propuestas educativas, a dialogar racionalmente con padres, alumnos y la sociedad en general y a aplicar el Evangelio leyendo el signo de los tiempos. No puede renunciar a dar razones, pude hacer propuestas y llegar a entendimiento con otros a través del diálogo.
Pero la razón propia del ámbito católico no es fundamentalmente una razón instrumental, sino teleológica. No sólo busca medios adecuados sino que propone fines, esto es, modelos de vida buena, hace propuestas de sentido.
No está, pues, orientada al éxito y a la producción sino a la interacción entre personas. Esto nos da una clave esencial para la Escuela cristiana: no puede estar orientada sobre todo al éxito académico y formativo, no puede estar determinada por los medios, sino orientada a las personas (tanto a la del alumno como a la del profesor). Y todo esto, en diálogo con la sociedad: la Escuela cristiana no puede abrirse a la sociedad como un bunker ideológico, como aceite en el agua. No buscamos la mera coexistencia de ideales distintos de vida buena, sino su mutuo enriquecimiento.
2.2. Propositiva
Consecuencia de la razonabilidad que está en la entraña de la Escuela cristiana es que es propositiva, pero no adoctrinadora ni fundamentalista.
La Escuela cristiana propone pero no impone, no moraliza. Pero tampoco frivoliza. Realiza de modo claro la propuesta de Cristo y el Evangelio como orientador de la vida y como criterio para mirar la realidad.
Está en la entraña del Evangelio la invitación (y el rechazo de la imposición). Cristo decía: “Si alguien quiere seguirme…” (Mt 16, 24). También en la carta a Diogneto señala que Dios salva por persuasión, no por imposición, pues la imposición no es un atributo de Dios. Y el papa Francisco, en la Evangelii Gaudium Señala que “la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción” (EG 14). Este es, por tanto, el estilo de la Escuela cristiana: invitar y contagiar el entusiasmo por una Persona, por un estilo de vida, por un ideal.
2.3. Dialogante
Dado el contexto pluralista y razonable en el que existe la EC, necesita el diálogo para dar razón de su propio ideal, de sus propias convicciones y, del mismo modo, para enriquecerse de las propuestas de otros. Dado que conviven en la sociedad diversas concepciones písticas, diversos sistemas de creencias, diversas cosmovisiones y antropovisiones, cada una basada en diversas estructuras fiduciales, es necesario el diálogo para el mutuo enriquecimiento y para poder acordar mínimos, puntos en común que permitan la convivencia en el respeto a diversos ideales.
El diálogo no es algo que dos personas hacen, sino un modo de ser de dos personas en mutua presencia. Es la realización de la apertura interpersonal, dirigiéndose mutuamente su ser personas. Por eso, el diálogo no consiste en charla, en habladuría o en discusión. No es intercambio de información. Dialogar no es ‘contarse las cosas’, no es monólogo a dos; no es quedar en lo superficial sino abrirse desde lo más hondo, hacer partícipe al otro de lo que soy. Es comunicación interpersonal. Dialogar es exponerse a otro, descentrarse en otro, abrirse a una reciprocidad, base del encuentro. El otro nos apela, es algo que nos sucede, que tiene que ver con nosotros. Por tanto, dialogar es mantener la propia identidad pero reconocer la identidad del otro.
2.4. Personalizante
Que la educación de una Escuela cristiana sea personalizante quiere decir que está comprometida con la promoción integral de la persona. Dado que:
• La persona se descubre ante sí con una cierta consistencia, como un cierto sistema de notas características, una estructura de capacidades.
• La persona descubre que su vida tiene un determinado para qué, un sentido existencial que está llamado a realizar.
• La persona tiene que hacer su propia vida teniendo como horizonte la plenitud.
• Para hacer su vida la persona necesita apoyarse en la realidad y, sobre todo, en otros. Y esto es posible para la persona porque la persona está abierta a otros.
• Por tanto…
• la Educación ha de ser integral: corporal, intelectual, pero también afectiva, volitiva, espiritual y comunitaria.
• Acompaña a la persona para que descubra y verifique su sentido existencial y el ámbito del sentido (los valores).
• Acompaña a la persona para que crezca como tal
• Promociona la dimensión comunitaria de cada persona.
2.5. Martirial
Con dimensión martirial nos referimos, atendiendo a su raíz etimológica, a que la Escuela cristiana ha de ser testigo de una propuesta, de una antropovisión, de una cosmovisión y de una teovisión: la cristiana, que es una forma concreta de respuesta a las necesidades más profundas de toda vida humana. La Gaudium et Spes muestra como Cristo revela al hombre su mismo ser (GS 22).
Nuestros alumnos necesitan modelos que les hagan patentes los ideales. Los ideales no se transmiten básicamente a través de palabras sino a través del testimonio de quienes lo viven. Y el profesor que tiene convicciones y lo refrenda con su vida, tiene autoridad. Quien impone un ideal, tiene autoritarismo. Quien muestra el ideal con su vida, tiene autoridad. Y todos necesitamos que alguien autoridad nos abra perspectivas y nos sugiera un camino.
El profesor como modelo del alumno se convierte para el alumno en un prototipo real de valores y en prototipo de persona. Puede encarnar el valor y prototipo de sabio, del maestro-guía, del artista, del santo, del genio. Y, además, transmitir con su vida los valores reales que encarna. De este modo, satisface una necesidad básica de todo niño y joven: la necesidad de modelos de referencia para su vida.
2.6. Profética
La Escuela cristiana es profética porque propone un ideal pero combate la homogeneización (mediante el mercado, los medios de comunicación, las modas). Junto al anuncio de ideales, denuncia todo aquello que daña a las personas, que cosifica a las personas. Combate falsos ideales de vida (no por distintos, sino por despersonalizantes) y denuncia diversas formas de cosificación.
En tanto que profética, la Escuela cristiana:
• Es una comunidad con conciencia crítica y exigente. Denuncia la hipocresía y la dureza de corazón, invitando a la conversión.
• Pero no queda en la denuncia: anuncia una utopía, un horizonte de sentido.
• Es una comunidad que sabe que la misión le excede. Nunca habla en nombre propio o de un particularismo, sino a favor de lo universal y de lo personal.
• Es una comunidad capaz de apostar su vida por su convicción. Por eso convencen.
• Le repudian todas las esclavitudes: las venidas de los demás, la de los poderosos, la de su infidelidad a la justicia, la de la irresponsabilidad, la del dinero, la del bienestar, la de la buena conciencia.
• Es una comunidad que genera vida a su alrededor: su compromiso es atractivo y genera entusiasmos. Aunque también genera desprecios e incluso críticas y ciertas persecuciones.
Pero junto a lo profético la Escuela cristiana tiene una proyección social, está comprometida, es consciente de que su actividad está también orientada a la transformación social y a la superación de toda estructura injusta.
La injusticia, la pobreza y el dolor provocados por ellas suponen la conculcación de los más elementales derechos humanos y el bloqueo de todo desarrollo personal. Por tanto, también es parte de su cometido ético el buscar y proponer respuestas a los problemas de la sociedad, no sólo de modo teórico, sino comprometiéndose en dicha respuesta.
2.7. Comunitaria
La Escuela cristiana promueve la dimensión comunitaria y combate el individualismo.
Colabora en la construcción de la sociedad, no se inhibe de lo público.
3. PERFIL DE LA ESCUELA CRISTIANA
3.1. Entiende la educación como acontecimiento antropológico
La educación es, ante todo, un acontecimiento antropológico que se realiza a través del encuentro.
La educación es comunicación de lo que es, vive y piensa el educador y la comunidad educativa, al servicio de la promoción integral de la persona de modo que, en conexión con lo real, pueda realizarse en plenitud. Significa esto, además, que la educación puede tener un doble signo, pues no es indiferente lo que se haga y lo que se pretenda ya que no todo acerca a la plenitud de la persona. La educación, por tanto, puede ser personalizante o despersonalizante.
La Escuela cristiana no puede estar al servicio de fines espurios o de finalidades distintas a la promoción de la plenitud de la persona porque sólo ésta es el objetivo que resulta personalizante y, por tanto, evangelizador.
3.2. Pretende la promoción integral de alumnos y profesores
Si la educación en la Escuela cristiana busca ser integral, no puede promocionar sólo la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje, la dimensión cognitiva del alumnado o los resultados académicos. Ha de procurar promocionar a la persona como un todo: tanto la del profesor como la del alumno. No sólo a la persona del alumno, como si la educación fuese algo que ‘hace’ el docente para que la persona del alumno crezca: también la educación debe contribuir al crecimiento de la persona del maestro. Si no son estos los objetivos últimos de la educación, tendrá cualquiera otros de los mencionados, quizás no explícitamente, quizás como ‘currículum oculto”, pero no hay enseñanza que sea aséptica ni ayuna de un ‘para qué’. De ahí la importancia de esclarecerlo. Bajo esta perspectiva, educar es cooperar a que la persona lleve a plenitud todas sus dimensiones: espiritual, intelectual, afectiva, volitiva, corporal, comunitaria. Y esto no ocurre sino a través de acontecimientos antropológicos: el encuentro entre personas, la acogida y la donación mutua.
Por todo ello, la Escuela cristiana no persigue sobre todo eficacia práctica y buenos resultados académicos, sino otros fines más altos:
• El crecimiento de la persona del alumno
• El crecimiento de la persona del docente
• La instauración de una sociedad y una cultura mejor y más justa, esto es, personalista y, por tanto, al servicio del Reino.
3.3. Promueve la identidad del profesor cristiano
La Escuela cristiana cuida excelentemente la selección de sus colaboradores: no basta con que sean buenos profesionales, no basta un currículum académico con suficiente solvencia científica. Hace falta un requisito mucho más importante: que haya descubierto su vocación docente como modo de vivir su vida cristiana, su relación con Cristo. Sólo así su tarea docente será, en el mismo acto, educativa y evangelizadora. Con menos no nos podemos conformar.
Además, la Escuela cristiana no sólo procurará la formación continua de su profesorado en el ámbito pedagógico y científico, sino también en el ámbito cristiano. Sólo así el claustro de profesores se podrá acercar a la constitución de una comunidad cristiana, una comunidad que trabaja y ora, un lab-oratorio.
3.4. Vincula educación y evangelización
La evangelización, como anuncio y transmisión del Evangelio, es la misión de la Iglesia y de cada cristiano. La Iglesia existe para evangelizar. Y también cada profesor cristiano y cada centro educativo religioso.
¿Cómo se realiza la evangelización en educación?
• Por el testimonio del maestro, pues los hombres escuchan más a los testigos que a los maestros (y a los maestros si son testigos). Ser testigo significa que la evangelización se hace persona a persona. Los grandes medios pueden ser ayuda, pero no son per se evangelizadores. Es en el encuentro personal, cara a cara, entre la persona que anuncia y quien recibe el anuncio como se produce la evangelización.
• Por la proclamación de la Palabra. La proclamación ha de ser explícita. Evangelizar incluye humanizar y educar, pero lo rebasa.
• Acompañando al alumno a su encuentro con Dios, como sentido último de su existencia, como Acontecimiento central de su vida.
• Mediante signos salvíficos con los alumnos: sanación, cuidados, compromiso social con los más débiles, respuesta profética ante situaciones de exclusión. No basta la palabra: hacen falta acciones liberadoras. Esto es misión (etimológicamente, ‘misión’ significa envío, pero también liberación). Ofrece, así, signos de esperanza.
Es apoyo, impulso y posibilitante de otros.
3.5. Lugar en que la fe se hace cultura
La Escuela cristiana es un lugar en que la fe se hace cultura: la fe no se reduce a lo privado sino que se proyecta en formas humanas de vivir a las que llamamos cultura. La Escuela cristiana, en cuanto obra de los laicos, está llamada a hacerse presente en la sociedad con el mismo derecho de cualquier otro, y con la pretensión de realizar los valores evangélicos. Pero esto no es una tarea automática: la Escuela cristiana ha de pensar la pedagogía y la educación en clave cristiana. No basta tener un ideario teórico y luego hacer las mismas cosas que los demás.
Y, además, cada asignatura y cada actividad ha de también ser fecundada por la misma raíz.